Hace un par de años, trataba de ayudar a un compañero acababa de obtener su trabajo como Líder de Proyecto, tenía experiencia en este rol, así que, familiarizada con estas responsabilidades, me había preocupado por formarme y me sentí con la confianza de recomendarle un par de lecturas, en dónde su respuesta fue algo más o menos así:
– Yo ya se mucho de cómo se deben llevar a cabo los proyectos, y no porque lo haya leído en algún libro…
Sentí en ese momento un pequeño golpe de realidad, en dónde apareció en mi cabeza la frase aquella: “no puedes ayudar a quién no quiere ayuda”.
Así que desistí en ese momento de ofrecer mi ayuda a esa persona, y el final de la historia no fue tan buena, de hecho, es previsible, fue cuestión de unos meses que dejó el puesto y posteriormente la empresa, porque sus proyectos eran absolutamente ingobernables. La explicación que dio fue que nunca tuvo los recursos que necesitaba.
El punto de esta breve historia es la tragedia que esta persona no aprendió nada de este fracaso.
Se escondió atrás de motivos para justificarse.
Este fenómeno llama mi atención, el autoengañarnos para “sentirnos mejor”, que en términos serios se le conoce como Disonancia Cognitiva.
Una forma simple y general de describir la disonancia cognitiva o autoengaño, es imaginar una línea de pensamientos que pasa por nuestra cabeza, suavizando aquello que no nos gusta, alterando así la percepción de este y sabiendo que lo estamos haciendo nosotros mismos, es decir:
Nos enfrentamos a algo que rompe nuestros esquemas de ideas, nuestros paradigmas, y entonces es más sencillo para nuestra mente inventar explicaciones alternativas que minimicen el impacto de ese algo que afrontar la verdad.
Otra manifestación de la disonancia cognitiva se podría describir como “primero actuó, luego justifico mi actuación”. Cuando la mente se da cuenta de lo que ha realizado, trata de auto justificarse para reducir el trauma.
Un ejemplo muy claro es el de quienes se inventan datos como: “bajo presión trabajo mejor, según estudios somos más creativos”.
Lo escalofriante de este fenómeno son dos cosas:
Esta señora Disonancia, es uno de los fenómenos que propician que muchas veces desistamos de enfocar nuevas alternativas a los procesos, nuevos enfoques a los problemas, nuevas estrategias para conseguir nuestros objetivos.
Muchos hemos enfrentado esta situación, y ante el reto buscamos una nueva forma hacerle frente, que es aquí el punto importante, es ser conscientes de cuándo lo utilizamos para no caer en el autoengaño. Por ejemplo en las rupturas de pareja, o en amores no correspondidos solemos justificarnos con frases como “ya sabía yo que no iba a funcionar”, “no merecía la pena”, “no era lo que me esperaba”, cuando por dentro sentimos dolor y nos cuesta admitirlo.
Mi compañero de trabajo, quién es más creativo bajo presión, quién no admite le dolor de una perdida, o un alcohólico que puede dejar de beber cuando desea, son ejemplos claros de la necesidad que tenemos las personas de justificar lo innecesario o, incluso, lo injustificable.
Lo realmente importante para nosotros es creer que no existe contradicciones entre varios de nuestros pensamiento y creencias, y no sólo necesitamos convencer a los demás de la coherencia de nuestros actos, sino también a nosotros mismos. Por tanto, no actuamos por alguna razón, sino que actuamos y luego buscamos razones que expliquen nuestra actuación.
Y aunque nos guste o no: Tenemos explicación.
Y aferrase a nuestras ideas cuando parecen, o realmente son, incongruentes nos traerá un beneficio inmediato pero un perjuicio para mucho tiempo. Aprender a dudar hasta de uno mismo no siempre es fácil, pero si satisfactorio poder plantearnos preguntas con el propósito de generar posibilidades enfocándonos en el futuro.
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