Internet es una herramienta poderosa y fascinante, sin duda alguna. Para quienes hemos sido evangelistas digitales desde hace muchos años y nos maravillamos con su potencial educativo, democrático, visibilizador de realidades diversas y aliado del empoderamiento de las mujeres y de las sociedades en general, hoy nos encontramos en una encrucijada. Internet es todo lo anterior, pero también ha sido un espacio y un instrumento del ejercicio de la violencia y ha contribuido a la construcción de una distopía en la actualidad en la que las personas pasan más tiempo conectadas a internet que conversando con otro ser humano.
Valdría la pena hacer una acotación necesaria, no es internet per se la causa de este alejamiento entre las personas. Son las decisiones de cada persona respecto a su uso las que han llevado a este resultado.
¿Qué implicaciones ha tenido el uso del tiempo que las y los usuarios dedican todos los días a navegar en la red y principalmente, al consumo de redes sociales?
Hoy existen en el mundo 5.19 billones de internautas, que representan el 64.6 % de la población mundial. En otras palabras, hoy la mayor parte de las y los habitantes del planeta usan internet. De ese número, 4.88 billones, es decir, el 59.9 % de la población, son usuarios de redes sociales.
El tiempo promedio que las personas en el planeta pasan en línea diariamente es de 6.40 horas. ¡Esto representa 7.5 días enteros al mes en línea; 90 días al año… casi 3 meses enteros!
Si vemos el tiempo que invierten -o pierden- en redes sociales, el panorama va adquiriendo otra dimensión. El tiempo promedio que las personas en el mundo están metidas en las redes sociales es de 151 minutos, es decir, casi 3 horas al día, lo que en un año representa más o menos 45 días. ¡Un mes y medio! Las redes más populares son las que se ubican bajo el paraguas de Meta: Facebook, Instagram, WhatsApp y Facebook Messenger. Le siguen Youtube, We Chat y Tik Tok. Para quienes tienen la duda, Tinder tiene 530 millones de usuarias y usuarios y Bumble 100 millones y son las dos principales aplicaciones de citas.
Existe debate entre las y los especialistas de la salud mental respecto al hecho de que exista -o no- una adicción a internet. Señalan que “una definición oficial de adicción a Internet o ciberadicción…. también se conoce como trastorno de adicción a Internet, se trata de un término que se ha asignado a esta supuesta enfermedad y que implica un uso abusivo y exagerado de Internet a través de los múltiples dispositivos disponibles a día de hoy (smartphones, ordenadores, tablets…) y cuyo uso anormal interfiere con la vida normal de la persona afectada”.
Hay quienes dicen que la adicción a internet, a los videojuegos o las redes sociales puede tener el mismo efecto en el cerebro que la cocaína o la heroína. Expertas como Sherry Turkle, autora de En defensa de la conversación. El poder de la conversación en la er..., reconoce en su libro el efecto adictivo que los teléfonos inteligentes tienen en la niñez y en las y los adolescentes. La experta señala que para las y los niños el efecto puede ser preocupante a largo plazo, porque su mente no sabe diferenciar lo que ve en pantalla de la realidad y ello les impide desarrollar emociones tales como la empatía. A estas generaciones la empatía les resulta ajena y les cuesta conectar con las emociones de las personas que las rodean.
Diversos estudios indican hoy que quienes consumen las redes sociales de manera no saludable, es decir, que por estar en ellas descuidan otros aspectos de su vida y tienen problemas para relacionarse con las personas de manera sana, padecen más síntomas depresivos, ansiedad, experimentan soledad y otros trastornos mentales que les impiden vivir con bienestar y salud mental.
Esta relación con internet y las redes sociales tiene efectos físicos y emocionales. A nivel físico van desde dolor de cabeza, cuello, problemas de visión, insomnio y síntoma de Túnel carpiano, falta de movilidad y pérdida o aumento de peso hasta euforia por usar el ordenador, síndrome de abstinencia por no poderlo hacer, culpa por estar mucho tiempo en ello, entre otras. Existe ya el concepto de tecnopatías, que se refiere a los problemas de salud, física y mental, derivados del uso de dispositivos electrónicos.
Algunas de estas tecnopatías son el miedo irracional a quedarse sin teléfono, batería o conexión y que se conoce como Nomofobia o la búsqueda excesiva de un yo idealizado a través de likes, vistas, mensajes o comentarios positivos y enaltecedores de otros usuarios conocida como narcisismo digital.
Lo que es un hecho es que como sociedad nos toca hacernos una serie de preguntas en torno a esto. ¿Qué habilidades y capacidades estamos desarrollando -o atrofiando- en las nuevas generaciones? ¿Qué futuro tiene una sociedad que está desarrollando una cultura narcisista? ¿Qué efectos tiene para la sociedad tener a millones de usuarias y usuarios pasivos en las redes sociales invirtiendo meses enteros de su vida viendo vidas ajenas, role models perfectos -y falsos- y recibiendo información que no contribuye a su bienestar ni desarrollo? ¿Qué tipos de seres humanos estamos construyendo día con día cuando a las personas les importa más hacer swipe a la derecha o a la izquierda que cuidar las relaciones que tienen frente a sí mismas? ¿De qué se están nutriendo mentalmente las y los futuros tomadores de decisiones del planeta cuando hoy están aprendiendo a posar para salir bien en una selfie en lugar de forjarse en la adversidad y aprender a lidiar con la frustración, por ejemplo, para construir resiliencia en un mundo complejo y cambiante?
El problema no son internet ni las redes sociales o la tecnología de la información; el problema es- y seguirá siendo- el ser humano y el uso que hace de ellas.
Si queremos apostar por la salud mental, hay que replantearnos el uso que hacemos de esta herramienta y el contenido que generamos y consumimos en ella.
Publicado originalmente en Animal Político el 9 de octubre del 2023.
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