Como bien acuñó mi ad-mi-ra-dí-si-mo Scott Fitzgerald en su gran obra El Gran Gatsby (que por cierto el pasado 10 de abril cumplió 90 años de ser publicado) : “No puedes regresar el pasado” o en palabras más domingueras, lo pasado ya paso, valga la redundancia, pero ¿cuántos de nosotros no seguimos pensando en el ayer y no nos mentalizamos realmente que ‘ya pasó’?. Que sabias son las palabras del español Nacho Cano en su lírica top hit de los 80s para su ex-agrupación Mecano en la canción : ay que pesado que pesado, siempre viviendo en el pasado, los recuerdos son mentiras y te nublan la razón.
Hace ya un mes cumplí 31 años y recuerdo cuando era niña y asistía al jardín de niños en México, pintaba en mis cuadernos de dibujo una Martha profesionista, casada con su familia y sus perritos. Cuando me preguntaban que quería ser de grande yo dibujaba ilusionada, pero recuerdo claramente que mi visión no llegaba más allá de los 30 años. Para los 30 años yo me veía ya realizada y plena. ¡Oh sorpresa! Todavía no estoy ahí.
Esa niña interior es la que a veces me reclama porque le he fallado, porque no soy aún quien quería ser, pero he aprendido a hablarle, a diferenciar ese diálogo infantil de mi ser que me reclama y se enoja para abrazarla como parte de mi ser y decirle que cuando eres pequeña todos te enseñan a pensar a prepararte en el futuro pero no te ubican en el presente. Que no se debe estar angustiada porque no he fallado, porque he hecho lo mejor que he podido y que hasta ahora la vida sigue, que los 30 no es el fín del mundo y que si me cuido y el universo conspira tengo tiempo aún para seguir luchando por los sueños de esa niña y ajustarlos a las circunstancias de quien soy ahora.
Me hubiera gustado más haberme estado preocupando menos por lo que iba a ser de grande y debería de haber disfrutado más los juegos infantiles, el recreo.
Si algo he aprendido en el transcurso de estas 31 primaveras es que también he pasado 31 inviernos, que la vida esta llena de incertidumbre y que el pasado se fue, que el futuro no lo tengo y que tengo que disfrutar el presente al máximo y vivir el ahora de la manera más feliz. Que lo que realmente pasa en la vida es solo una quinta parte y que las otras cuatro partes son las reacciones o pensamientos generados a partir de lo que pasa. Nueva York me ha ayudado en este aspecto muchísimo, aquí, como en muchas ciudades grandes, tienes que vivir al día. Ya me ha pasado que me distraigo sobre todo en el metro y me nublan los pensamientos del pasado mientras que por ejemplo, voy en el tren y ya se me paso la estación en la que me iba a bajar por andar pensando en otra cosa y no enfocarme en el presente... Nueva York me ha molestado en muchas cosas, pero no puedo quitarle el mérito de haberme ayudado a enfocarme en el ahora. ¡Gracias Nueva York!
Publicado en las Neoyorquinas el 10 de abril 2015
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