No más damita por favor.

Yo no sé si a mí sola me afecta y el resto del mundo no se da cuenta de lo peyorativo que el término damita es.  Estoy harta de ir al centro comercial y que “elegantemente” me digan damita, no soy damita. Soy señora, las jóvenes son señoritas, o todas señoras, ¡bonita gracia eso de que nuestro título tenga relación con un estado sexual, marital o condición del himen! Cuando pensaba que las cosas no podían ser más desagradables, el ingenio surge con algo peor: damita.  Como si decir dama fuera tan complicado, solo 4 letras y damita 6, para que el esfuerzo, así este mote a una mujer, no denota respeto, lejos está de ello. Si el diminutivo se aplica tampoco es como muestra de cariño, sino de indefensión. Es evidentemente una cuestión que tiene relación con el hecho mismo de ser mujer. Una mujer es mujer, como un hombre es hombre, no hombrecito.

Pero en un afán completamente inadecuado de pretender actuar con normas sociales, en los centros comerciales, gasolineras y otros sitios, se le llama a las mujeres, damita. Quizás me encuentre sola en esta “cruzada por el respeto a la mujer”, considerada exagerada por machos, hombres o incluso algunas mujeres, que sin darse cuenta de que esta “denominación”, no hace sino considerar inferior a la mujer en general. A una niña o niño es válido llamarle por su nombre, pero a un adulto se le dice con un título, incluso tenemos títulos para oficios, para edad avanzada: don, doña, etc. ¿Qué tan pesado es decirle a una mujer, señora; para cambiarlo con un nombre, denominación o apodo tan desfavorable, que involucra no a una minoría, sino a poco más de la mitad de las personas de este país?  No era suficientemente malo que entre hombre y algunas mujeres se colocaran el nombre nada halagüeño apodo de “güey”?

Es evidente que muchas personas considerarán sutileza el uso de este inadecuado modismo, pero la palabra tiene un poder y una potencia que frecuentemente desconocemos y que invade la forma de pensar, transformándola. La palabra es la esencia del pensamiento y si utilizamos palabras inadecuadas estamos modificando la estructura lógica mental, quizás por eso contribuimos con el desvalor a la mujer, pues lo cierto es que ningún hombre toleraría que le dijeran caballerito, so pena de considerar que pierden su virilidad, al ser un diminutivo.

No es momento y espero que nunca lo sea, el que las mujeres aceptemos el uso de diminutivos, que no son cariñosos, sino peyorativos, que nos devuelven en una historia y que legalizan una actitud paternalista a nosotros, seres capaces, pareja del hombre y dignas de respeto.

Una amiga cuando le decían muñeca, respondía muñeco de peluche, pues parecía que estábamos jugando a la casita de muñecas. Muchos hombres no lo entienden, un excompañero se me quedo viendo de forma extrañada cuando a un señor que me dijo linda, yo le conteste como guapo. Ojala que nuestros jóvenes entiendan que esas connotaciones a nuestra forma de vernos, no es lo que todas las mujeres queremos o buscamos.

Hoy por hoy, hace 60 años que las mujeres tenemos el derecho al voto, tenemos líneas de auxilio para mujeres víctimas de violencia, códigos de conducta, un Programa Nacional para la Igualdad de Oportunidades y no Discriminación contra las Mujeres 2013-2018, el programa integral para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres.  Pero ningún documento tiene fuerza si permitimos como mujeres que en diario vivir, cualquiera nos llame damitas.  Mientras tanto mi respuesta a las mujeres que me dicen damita, es pedirles que no me digan así y a los hombres, un gracias caballerito y cuando se me quedan viendo con una cara de extrañados, explicarles que cuando me dicen damita me ofenden, pues no soy menos ser humano que ellos y a ellos no les gusta que les digan caballeritos.

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