Mucho más que dos por Víctor Alejandro Espinosa

Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, Mario Benedetti para el mundo, murió el pasado domingo 17 de mayo a la edad de 88 años, en Montevideo, Uruguay. Un inmenso escritor, prolífico, autor de más de 80 libros de todos los géneros, leído en más de 20 idiomas y miembro de la Generación del 45 (a la que pertenece entre otros, Juan Carlos Onetti). Su vasta obra fue referencia para muchas generaciones. La mía, en particular, rebelde, irredenta, politizada; no podríamos entender los sueños de justicia sin los cantos de amor y lucha del inolvidable Benedetti.


A finales de los años setenta y durante los ochenta, los jóvenes cuestionábamos el autoritarismo político y moral y queríamos transformar el mundo. Era una generación que creía en la lectura como medio de formación y cambio. La palabra era importante, más la poesía. Escuchamos una y otra vez la interpretación del poema “Te quiero” en la inigualable voz de Nacha Guevara. Aquellas estrofas fueron signo de identidad: “Si te quiero es porque sos/mi amor, mi cómplice y todo/Y en la calle codo a codo/somos mucho más que dos (…) Tu boca que es tuya y mía,/tu boca no se equivoca;/te quiero porque tu boca/sabe gritar rebeldía(…) Te quiero en mi paraíso;/es decir que en mi país/la gente viva feliz/aunque no tenga permiso”.
Un escritor digno se ha ido, pero queda su obra, miles de lectores que soñamos con cambiar las cosas y que no perdemos la esperanza. Aquéllos muchachos de pelo largo que leíamos sus poemas y creíamos también en la justicia amorosa. Que salimos a las calles acompañados de nuestros maestros y que escuchábamos rock y música latinoamericana. ¿Qué queda? Queda la palabra. Conmovernos al leer sus versos, sus bellas novelas, sus magníficos poemas: solidarios, generosos, cómplices: Como “Hagamos un trato”, el favorito de Isa: “Si alguna vez/advierte/que la miro a los ojos/y una veta de amor/reconoce en los míos/no alerte sus fusiles/ni piense qué delirio/a pesar de la veta/o tal vez porque existe/usted puede contar/conmigo”.
    Como no recordar la fuerza y arrebato que nos causó el poema “De lo prohibido” que abre el libro “Cotidianas” y que leí por primera vez en febrero de 1981: “Prohibidos los silencios y los gritos unánimes/las minifaldas y los sindicatos/artigas y gardel/la oreja en radio habana/el pelo largo la condena corta/(…)el pantalón vaquero/los perros vagos y los vagabundos/(…)prohibida la lealtad y sobre todo la tristeza/esa que va de sol a sol/y claro la inquietante primavera/ prohibidas las reuniones/de más de una persona excepto las del lecho conyugal/ siempre y cuando hayan sido/previa y debidamente autorizadas/(…)el bajo costo de la vida y la muerte/las palabritas y las palabrotas/los estruendos molestos el jilguero los zurdos”.
    En 1990 conocí a Mario Benedetti. Me encontraba estudiando en Madrid y obtuve una beca para asistir a un curso de la Universidad Hispanoamericana Santa María de la Rábida, ubicada en Palos de la Frontera, provincia de Huelva; lugar donde se localiza el famoso monasterio desde el cual zarpó Cristobal Colón y sus acompañantes hacia el encuentro de dos mundos. En ese fascinante lugar se encontraba impartiendo un curso sobre literatura. Las comidas las realizábamos juntos estudiantes y maestros. Fue una oportunidad poder convivir informalmente con el gran escritor. Tenía esa sonrisa y tranquilidad de los sabios que están de vuelta. A sus 70 años había escrito sus principales obras y vivido el exilio, experiencia que marcó a muchos de sus contemporáneos.     Hoy, recorriendo los libros de mi ático encuentro esta nota del 19 de octubre de 1980, que escribí al final de la lectura de “La muerte y otras sorpresas”: “La utilización de lo atemporal trastoca y supera la lógica formalidad  de tantos escritores. Pero no sólo es esa la particularidad del poeta uruguayo, sino su canto a la realidad latinoamericana". Por eso los ríos de lectores; por eso los sueños.
Imagen:cervantesvirtual.com
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Víctor Alejandro Espinoza es profesor investigador del Colegio de la Frontera Norte. Correo electrónico: victorae@colef.mx

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