En este mes que hemos decidido recordar a las mujeres que dejaron huella en nuestra vida, me encontré una larga lista de fantásticas mujeres que me han marcado. Algunas han dejado huella en la historia, otras he tenido la fortuna de conocerlas y vivir con ellas, por supuesto que muchas son de mi familia, en fin, los nombres son muchos y sus legados, inolvidables.

George Sand fue, sin duda, una de mis primeras y mayores influencias siendo muy joven. La conocí gracias a un amigo de la primaria (¿o sería tal vez primero de secundaria?) quien con motivo de mi cumpleaños me regaló la biografía de esta extraordinaria mujer y me dijo "Te va a gustar, te pareces a ella". No entendí nada, y a esa edad, mucho menos, pero conforme fui leyendo el libro, George -que en realidad se llamaba Amandine Aurore- me cautivó. La historia en general la ubica como "la pareja de Chopin", complemento de las oraciones que se refieren a ella que siempre me ha molestado. Ella tiene un espacio propio ganado, muy bien ganado, en la historia de las mujeres, de las letras, del feminismo, de Francia, de Europa, del mundo. Después de conocerla, leer mucho sobre ella, conocer las cartas que se escribió a lo largo de la vida con artistas de su época, me queda claro que el talentósisimo Chopin fue un complemento de su vida -importantísimo, sin duda- pero no el eje de su existencia ni quien la definió.

Más que hablar de los detalles de su vida, que pueden encontrarse online en diversos sitios, y mejor aún recomiendo leer su biografía o de perdida, artículos escritos sobre ella, o aventurarse en la correspondencia entre ella y Flaubert, por ejemplo, quiero contar lo que me envolvió y sedujo de ella.

En primer lugar, me sorprendió que una mujer llevase un pseudónimo masculino. Amandine Aurore Lucile Dupin, baronesa Dudevant (París 1804- Nohant 1876) fue su nombre de nacimiento. George Sand aparece para poder escribir, en una época en la que se publicaba a los hombres y no a la mujeres. Verán, si leen sobre ella, que el nombre está relacionado con una de sus parejas.  Muchos de los textos que se han escrito sobre ella enfatizan su "escandalosa" vida y multiplicidad de amantes. La historia ha desmentido estas versiones y resulta que muchos de esos supuestos amantes fueron amigos. En todo caso, la historia -y sus autorEs- la han visualizado con el lente con el que históricamente se ha juzgado a las mujeres: a través de la horizontalidad de su vida y por no apegarse a los patrones de la época.

Me fascinó el desafío que llevaba en la sangre y a partir del cual se relacionaba con el mundo. En primer lugar, siendo aristócrata, decidió trabajar y construir un camino propio. Ello, en si, resultaba ya una transgresión para la época. Se atrevió a escribir, a convocar artistas, a vestirse con pantalones y a fumar. Se separó de su marido, otra  acción impensable en su contexto. En efecto, fue pareja de Chopin y de Musset, amiga de Flaubert y Dumas, entre otros. 

Podía escribir toda la noche sin parar, hasta acabar una novela entera o capítulos enteros. Apasionada por todo lo que hacía, decía, sentía, vivía. Era un alma rebelde y libre.

En síntesis, decidió ser dueña de su cuerpo, de su menta  y de su vida. ¿En la Francia del siglo diecinueve? ¡Si! 

Recuerdo haber visto una película que la ridiculizaba terriblemente y haber sentido profundo enojo. Me llevó tiempo comprender que esa ridiculización se debía a la mirada de quien hizo y produjo la película, no a ella, al cúmulo de micromachismos que han contado la historia.

En todo caso, fue Aurore, George Sand, quien me abrió la ventana al espíritu libre de las mujeres y quien me enseñó que las mujeres pueden hacer lo que quieran con su vida y existencia.

Recuerdo el gozo de haberla descubierto y la sorpresa de conocerla.

Con los años ha sido una constante en mi vida y la pienso siempre con admiración, respeto y emoción. Es mi George Sand.

@LaClau