No sé cómo empezó, pero tuvo un inicio. 

Te descubrí de manera imprevista, una tarde y sin proponérmelo. Nunca lo has creído, pero así fue. No tenía la intención, tan rápido, de conocerte bajo las sábanas.  Si lo hubiera previsto, créeme que hubiera llegado vestida de otra manera, no como me encontraste ese día. 

Tu aparición en mi vida fue sorprendente, no por que fuera algo extraordinario. Al contrario, fue todo tan directo y tan claro, que me sorprendió tu claridad. Cuando apareciste yo soñaba con otro cuerpo, un cuerpo que nunca pude tener porque le pertenecía a alguien más, aunque su boca si fue mía muchas veces. Sólo eso. 

Llegaste sin preguntar, me causó gracia inicialmente. No te creí nada. "Eres fascinante" ¿Cuántas veces lo he escuchado? Muchísimas, y normalmente es el previsible preámbulo de una invitación a la cama. Esos rollos me aburren. Me gusta ser seducida con originalidad.  Me agobiaron inicialmente tu metralla de mensajes por Whats App. También me causaron gracia, lo confieso. Como adolescente me invitabas a todas partes y me mandabas mensajes.  Pasaron meses antes de una segunda salida, otros antes de una tercera, y muchos otros antes de una cuarta y una quinta. Me fuiste cayendo bien, aunque tu intensidad  me abrumó. 

¿Cómo terminamos besándonos una lluviosa noche? Porque decidí que ya no quería esperar la llegada del otro cuerpo a mi vida y que quería seguir explorando las opciones que me tenía previsto el camino. Me caías bien, me parecías intenso y me temía que posesivo, pero augurabas una aventura diferente. Estabas interesado y no te amedrentó mi lejanía ni mi ritmo. Eso me gustó. 

Nos vimos un viernes a media tarde. Estaba por tu casa y tu ese día saliste temprano de la oficina. Me invitaste a tomar un café y acepté. Me pareció gracioso que a nuestra edad me invitaras a eso, y no a una copa, o directo, a la cama. Ya nos habíamos besado pero no tenía intención de sentir el roce de tus muslos en los míos aún. Sólo quería hacerte sufrir un poco más. 

Nada salió como previsto y acabamos bebiendo vino, bailando, besándonos intensa y apasionadamente. Descubrir tu cuerpo fue una delicia, tu ritmo al bailar y tus manos en mi cintura. Empecé a acariciarte, tu olor me excitó, el sabor de tu boca me encendió -literalmente- y me acerqué cada vez más a tí. Al cabo de un par de horas, estábamos metidos en tu cama explorando todos los rincones de nuestro cuerpo con todo, con las manos, con la boca, con la nariz. Sólo de recordarlo vuelvo a mojarme, como me ha pasado desde hace tres años cada vez que te pienso. 

La cama contigo ha sido un gran descubrimiento. No sé qué más has hecho, pues has logrado algo impensable: que sólo quiera estar contigo en ese diálogo horizontal. Eres uno de los mejores amantes que he tenido en mi vida y además de eso, disfruto tu compañía. Me fascina tu tacto, me calienta tocarte y un roce de tus manos sobre mis nalgas me vuelve loca.  

Seducirte es un juego interminable y me excita la simple idea de imaginarlo. Parecemos dos adolescentes descubriéndose permanentemente.  ¿Qué nos mantiene juntos? Posiblemente la sensación de estar en el presente y en ningún otro momento. No quiero pensar en el ayer, que ha sido fantástico, pero el presente es cada día más intenso y atrevido. Cada día descubrimos nuevas cosas en la desnudez de nuestra piel y las posibilidades parecen no tener fin. 

Un encuentro así, a esta edad, es lo mejor que puedo desearle a alguien. Sin prejuicios, sin tabúes, sin dudas de nuestras propias ganas y con la certeza de que nada nos limita. 

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