Escribo camino a casa, aún faltan cuatro horas de viaje, probablemente sea lo menos divertido entre un cólico y el saber la agenda que me espera esta semana.
Fue un fin de semana largo, de esos en los que desapareces de la rutina, tome a mi fiel maleta "la colorda" y emprendí la aventura a la mexicana.
El primero del año visitando a la renombrada Ciudad de México, conocer por primera vez la Plaza México, abrir mi propia cuenta de Uber, desayunar en el Cardenal, tortas de tamal, churros, chocolate y tortas de El Moro, cenar en la Casa de Toño y andar "ciudad mexicando".
Sin duda cada viaje es una nueva experiencia, son sabores, olores, amistades y enseñanzas, he aprendido que cada vez que deshago la maleta guardo historias y anécdotas, cada visita a la central es un anhelo y también un "no estas", para contemplar desde la ventana del autobús carreteras que siempre terminan llevándome a algún lugar.
Me encanta ver las luces de la noche en la ciudad que visito, ¿soy valiente?, no lo sé, he aprendido a disfrutar y a encontrarme a mí misma.
Probablemente cuando publique estas líneas ya esté en casa, tomando una taza de café y sacando de las bolsas los recuerdos con sabor a galletas de la Edison, a pan de la Ideal y aroma de un cielito querido.
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