En el marco del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, que nos recuerda la incansable lucha femenina para dar plena vigencia a nuestras libertades, y que continúa porque persisten múltiples formas de discriminación y violencia, quiero resaltar la importancia que tienen los procesos de enseñanza para internalizar la igualdad de género.


Al respecto, Eleanor Roosevelt, quien fuera la primera presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, decía que “toda vida es una constante educación”; expresión con la que coincido, pues las personas nunca dejamos de aprender nuevos conocimientos y de adquirir habilidades, sea en nuestro hogar, escuela, comunidad o trabajo, las cuales van forjando nuestro actuar.


Por muchos años, en los diversos espacios en donde nos desenvolvemos se han reproducido estereotipos de género, que replican visiones generalizadas, preconcebidas y normalizadas sobre las características que se cree que las mujeres y los hombres “deberíamos tener”; así como, sobre los roles que “deberíamos cumplir”, limitando la potenciación de nuestras capacidades.


Así, por ejemplo, a la personalidad masculina se le atribuye la función de proveedor, de tener fortaleza, y de ser quien trabaje y ocupe posiciones de poder; mientras que se asume que es propio de nosotras mostrar comprensión, delicadeza, o sumisión; así como, atender a la familia; ideas falsas que refuerzan patrones de desigualdad.


En México, poco a poco, hemos ido modificando esta percepción sobre los papeles a desempeñar. Así lo refleja la Encuesta Nacional sobre las Dinámicas de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 del INEGI, al reportar que, en ese año, 76% de las mujeres de 15 años o más consideraban que la responsabilidad de aportar dinero es compartida; que el 85.5% estimaba que en ambos recaen las tareas de la casa; y que el 92.1% pensaba que no hay distinción en la capacidad para estudiar o ejercer cualquier labor profesional.


Para seguir abonando al derrocamiento de dogmas absurdos como afirmar que a nosotras nos toca encargarnos de la crianza de las hijas e hijos, o que ellos no pueden expresar sus sentimientos, es desde el contexto de la educación y la capacitación, en diferentes etapas de nuestra vida y ámbitos, que podemos fomentar cambios sociales para acabar con estos prejuicios.


Un enfoque formativo sin inequidades puede contribuir a sembrar valores y actitudes incluyentes en la población, que aseguren las mismas oportunidades para las mujeres ante la exclusión histórica que hemos padecido; a desarrollar una conciencia crítica; y a promover el respeto y la corresponsabilidad.


Modificar los aspectos culturales y las concepciones machistas arraigadas en la sociedad, no es tarea sencilla; pero como afirma Phumzile Mlambo-Ngcuka, ex Directora Ejecutiva de ONU Mujeres “solo podremos construir un mundo donde haya igualdad entre las personas si la educación también transmite universalmente este mensaje”.


Fuente:

"La educación en igualdad de género", columna invitada, El Heraldo de México,14 de marzo de 2023, disponible en: https://heraldodemexico.com.mx/opinion/2023/3/14/la-educacion-en-ig...

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