No es asunto de mujeres contra hombres, es cuestión de Humanidad (así, con mayúscula) contra patriarcado y machismo.
¿Cuántas veces escuchamos a un varón decir que es el más feminista del mundo y cuando se siente generoso ofrece "te baño a los niños", "te lavo los platos"? Hace más de treinta años (yo siempre respondona) decía: no me los bañes a mí: báñalos a ellos, eres dueño del 50% de esta sociedad" o, “no me laves los platos, lávalos... los ensuciamos todos”.
Aquel señor tiene un post-doctorado y jamás entendió... no se si ya le haya caído el veinte.
Esos patrones están profundamente arraigados en nuestra cultura. Quienes hicimos por cambiarlo (aún sin el apoyo del honorable post-doctorado) hemos logrado que nuestros hijos e hijas vean distinto… mis dos hijos lavan, planchan cocinan y cuidan. Mi hija se resiste a hacer quesadillas. Todos viven desde hace ocho años con papá porque yo me estaba rompiendo de madre, de femenina, de esposa. Fue violento. Hice como pude y cuanto pude entonces…
Con todo, hay que seguir trabajando, revisando con lupa de qué nos reímos, qué replicamos, qué compartimos. Nosotras mismas cargamos esa cosmogonía y la reproducimos. Le dicen cultura.
Acá tenemos modo de seguir educando, de corregir las patas que hemos metido, de seguir cada vez más juntas (sin partido, sin afiliación política o clase social) Creo que entre marcha y silencio del nueve, soltamos un mensaje claro, nutrido y solidario. Antes que nada somos Humanos, siguiendo luego: mujeres.
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