Han pasado ya algunos días desde que observábamos con asombro como el fuego consumía parte de la Catedral de Notre Dame, desesperación, tristeza, se vivía y sentía al ver como el fuego abrazaba años de historia, aquello que se convirtió en inspiración de escritores, marcando una época en estilo arquitectónico, fiel testigo de coronaciones y eventos importantes, custodiando reliquias, obras de arte, pero lo más hermoso era la Fe que sentía las personas al acercarse a ella….

Lo alto de las llamas despertaba sentimientos de angustia, que conmocionaban al mundo, la columna de humo indicaba al pasar de las horas que gran parte estaba perdida dejando al descubierto la parte superior que conformaba el tejado y permitiendo cayera la icónica aguja que conformaba una pieza principal de la Catedral.

Una vez apagado el fuego y disipado el humo, hacer recuento de los daños y comenzar la reconstrucción es la tarea que enfrenta el gobierno Francés…

Trasladando todo este incendio a la vida personal, donde el fuego que quema, abraza, derrumba, deshace, quebranta, y nos deja en cenizas para renacer como el ave fénix, nos permite trasformar nuestra vida.

El fuego es purificador, destruye lo que nos corrompe, lo que está mal dentro de nosotros, creando conflicto pensando que son los demás que están mal, cuando no nos damos cuenta que todos desde fuera ven como existe esa quemazón que nos deja vivir con paz.

Existen dos caminos: el de renacer a la transformación, o el seguir consumiéndome hasta terminar devastada para nunca más levantarme.

Cuando se disipa el humo, y caen los muros puedo ver con claridad lo que hay más allá, aquello que me consumía ahora en ceniza, hablan de una verdad que ha salido a la luz, y equivale a tener claridad de pensamiento, y mover la voluntad para actuar, ahora sí re-nacer a una realidad diferente.

Cuantos de nosotros hemos vivido infiernos que nos queman desde el interior, por diferentes circunstancias, pensamientos negativos recurrentes, emociones no liberadas, rencores acumulados, tristezas que nos acompañan al pasar los años, fracasos no superados, con todo esto cayendo en un torbellino de fuego que evita me dé la oportunidad de comenzar de nuevo, desde la paz que da la rendición al dolor y conflicto, la mansedumbre que invita la aceptación; la motivación que da el reconocimiento a lo ya construido, como en el caso de la Catedral en la vida no todo está perdido, si habrá mucho trabajo para escombrar y estrategias para levantar, pero lo más importante es la voluntad que se tenga para querer nuevamente renacer.

Y a usted cuantas veces lo ha consumido el fuego interior?

Hasta Pronto!

Gaby Olivera

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