En este cambio de residencia y de ambiente, he tenido que prepararme para el examen de manejo. Algo que pensaría era tan fácil y cotidiano y sin embargo, en toda mi vida de conductora, jamás había tenido que hacer examen alguno. ¡Qué cosa, si el manejar debe ser algo muy regulado, pues finalmente tenemos en nuestras manos no sólo nuestra vida, sino de las que vienen en nuestro vehículo y de los que se cruzan en nuestro camino! Pero curiosamente en nuestro México no lo es, solo necesitan decir que quieren manejar y por arte de magia, se les otorga este regalo, 

Pero bueno, después de memorizar toda una serie de reglas y sobre todo cuestiones lógicas del manejo, que ahora habiendo transcurrido ya mi mayoría de edad como conductora conozco y reconozco, me toca enfrentar el reto de presentarme a 3 diversos exámenes para adquirir aquí el privilegio de conducir. El primero dividido en reglas y símbolos (los cuales, por absurdo que parezca en México tampoco son fijos y si no me creen, fijénse en los signos de alto azul), el segundo de vista y el último de manejo practico (involucrando donde cruzar, cuando poner las direccionales, frenar en la señal de alto, como entrar a las avenidas, verificar los puntos ciegos al voltear, etc.) me pregunto así ¿Cuántos exámenes reales me presenta mi nueva vida? ¿Cuántas veces tendré que probarles a los demás que se? ¿Cuántas veces tengo que reaprender lo que creo saber? ¿Cuántas veces tendré que cuestionarme cual es la mejor forma de hacer algo que yo creí dominaba? No lo sé, pero lo que si se es que estoy dispuesta al cambio y también a reconocer lo que debe quedarse intocado.

¡Por lo pronto ya logre tener mi licencia de conducir y el mundo me sigue abriendo paso!