Los amores se tejen como las frazadas, se eligen los colores y la calidad del estambre, se seleccionan las puntadas y se inicia así, con una delicada y larga cadena el entramado de lo que se cree en un principio debe ser para cubrir y resguardar los fríos del alma.
Al paso de los derechos y reveses se va formando algo parecido a lo que se espera, se aprietan o aflojan los puntos para dar la forma adecuada, se deshacen algunos y se rehacen otros tantos para darle vida a cada madeja de hilos.
Así son algunos amores, que se tejen con el estambre de las ilusiones y esperanzas de que algún día servirán para cubrir del frío, para dar ese abrazo de calor cuando sea necesario.
Pero también otras veces pasa que el estambre no da de sí, porque los colores no son lo que se esperan, porque a ojos vistas al final la prenda acabará por pesar o ser muy ligera y entonces se desanda el tejido aún cuando ya está muy avanzado y si se tiene suerte se vuelven a escoger otros colores y otras texturas para volver a tejer.
Y cuando se ha trabajado bastante no se quieren soltar las agujas, ni los ganchos, ni el estambre aunque causen daño y no se les deja por orgullo o necedad o por esa maldita costumbre de decir siempre la última palabra y no dejarle nada al azar ni al destino, que ya esta bien visto que actúan a placer y no a deseo.
En otros casos, los tejidos, así como los amores, se dejan a medio hacer, ya porque la puntada resulta muy floja o muy aguada o porque al final hubo prioridades que atender y se deja lo importante por lo urgente y la frazada queda ahí, como las personas amadas, arrumbada en el olvido.
Y el arte de tejer ya es casi una lengua muerta, porque en la era donde las cobijas se compran al dos por uno y es mas barato adquirirlas que hacerlas, ya nadie quiere perder la gracia, ni la vista, ni el tiempo en elaborar algo duradero.
Los amores son como los tejidos, cada puntada cuenta para formar la totalidad, cada color es un beso, una caricia o un abrazo y cada que deshacemos el entramado el estambre da de sí y pierde su forma.
Sin embargo, al dar la puntada final se sabe que cada movimiento de las manos, cada dedo utilizado y cada puntada lograron crear para permanecer el tiempo que sea necesario y no importa si la prenda pierde brillo, color y elasticidad con el tiempo, lo que importa es el trabajo que hay detrás de cada punto.
Y aún cuando pasen los fríos y los años, las cobijas, así como los amores, cada uno siempre tuvo en su momento, el color, tamaño y peso exacto.
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