En días como este, así de fríos, así de grises debería estar prohibido volver al trabajo y todo el mundo podría quedarse en cama con un par de cálidas piernas prestadas que se entrelacen con las de uno para generar el calor negado por las cobijas.

La cafetera sonando todo el día acompañando discreta los compaces de algún blues repetitivo, que dance discreto entre los humos bailarines de un incienso dulce puesto al azar en algún rincón de la sala.
Estar todo el día con el alma metida en una pijama de fácil acceso para los amores y de difícil acceso para los fríos.
Con los píes listos para solo caminar los pasos necesarios, de la cama al baño, del baño a la cocina y así, de manera aleatoria, en una danza sin fin que los regrese siempre a la calidez de las cobijas.
El control de la televisión en una mano y un libro en la otra, para poder y venir a libre demanda entre una realidad inventada y llena de imágenes a otra que uno puede inventar en su cabeza.
Con un amor adquirido por temporada invernal que se quede para todo el año, que lo mismo le dé hacer cucharita con unas piernas cubiertas de franela, que unas desnudas al calor de la llegada de la primavera.
Días con comidas y bebidas fáciles de preparar, de esas que se meten al horno y al instante proveen del alimento necesario para continuar, como los osos, hibernando sin vergüenza, retomando fuerzas para salir a buscar la vida entre las verdes matas recién paridas por la primavera.
Y es que no es posible, ni siquiera seguro, que una ande ahí con la cara expuesta al frío del invierno y con el corazón helado en cada respiración, buscado calor en el metro y entre la mirada de la gente.
Se vuelve casi imposible ocultarse de las frías manos del invierno, es como cuando la culpa le nace a uno de entre los poros del cuerpo y por más que se la quiera esconder, siempre termina por asomarse entre los reflejos de algún espejo.
Deberían pues legislar la soledad en días de frío, que por decreto oficial nadie quedara sin su pareja como los tristes calcetines que se pierden cada semana entre las aspas de la lavadora, que todos tuvieran unos brazos entre los cuales meter la cabeza.
Que los prejuicios y miedos constantes de perder la libertad quedaran derogados, aunque sea por temporada invernal, para que nunca nadie padeciera de las heladas y para que todos pudiéramos decir sin vergüenza, abrázame que tengo frío.

Twitter: @Miss__Ovarios
http://mariangel-elovario.blogspot.mx/

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