¿A poco ya tan rápido pasó un mes? te preguntas mientras buscas cómo no morir entre terribles sufrimientos, además de ser discreta en torno a tu situación y tratar de sonreír sardónicamente mientras en tu mente le mientas la madre al Ibuprofeno, que por enésima vez se niega a hacer su trabajo dejándote a merced de miles de pequeños y traviesos enanos que arman un rave en tu útero.
Después de todo, podríamos mirarlo poéticamente, la menstruación podría representar la oportunidad de mandar al carajo todo aquello que no funcionó los veintitantos días previos a la misma y los dolores en el vientre, muy parecidos a algún tsunami de esos que devastaron alguna isla, podrían equivaler a lo mucho que nos cuesta fluir y dejar ir las cosas que ya no nos sirven.
La llegada de la también llamada regla puede significar dos cosas, que ese desliz en la mitad de una noche de copas una noche loca, te acordaste del gorro y lo pusiste para celebrar alguna fiesta de esas en las que no recuerdas qué festejabas, pero aún así celebraste y de qué manera; o también puede ser la triste ilusión de que "otra vez no pegó", por lo cual hay que seguir haciendo la tarea sin tanta pena y con mucha gloria.
Ahora, que si lo pensamos de manera un poco más "come flores", las mujeres somos muy mágicas y en un ciclo menstrual, con un promedio de 28 días, tenemos los humores muy parecidos a las cuatro estaciones del año, con sus días de tormentas y llenos de sol, con la imprevisibilidad de un cambio de clima-emoción impulsado, por lo general, por fuerzas muy misteriosas que hasta nosotras mismas desconocemos. 
Así, el síndrome pre menstrual podría ser el invierno, en el que las lagrimas afloran a la menor provocación y se cambia de jeta-sonrisa-sonrisa-jeta, más veces de las que fluctúan los mercados accionarios en el mundo por estos días, para dar paso a los tan esperados días rojos (sí, algunas veces cuando una se atonta, se les espera con una ilusión más grande que la llegada de Santa Claus en nuestra preciosa infancia) .
Luego llega Andrés, y qué más quisiéramos que este señor fuera como un príncipe azul de esos que nos grabaron a rajatabla en nuestra infancia pero no, es más bien parecido a muchos de nuestros peores errores amorosos y viene ataviado con una pequeña y puntiaguda espada que azota nuestro inflamado vientre de cuando en cuando durante los dos o tres primeros días de sangre, luego, como los masculinos antes mencionados, se va tan campante jurando volver más o menos en un mes.
Así, llega la primavera y todo comienza a florecer, al término de los días especiales una es toda sonrisas, alegría y diversión, comienzan nuevos proyectos y ya se planea con quién desquitar alguna abstinencia impedida por la incomodidad chacualeante con la que Dios nos castigó (o al menos eso dice la Biblia, que dicho sea de paso, tanto ha dañado a la humanidad) .
En tan solo siete días se cambia de estación para dar paso al verano acompañado de los calores que le nacen a una de pronto de entre las ideas, y de un momento a otro le vienen a una las ganas enormes de encontrar un desahogo de esos sin consecuencias en medio de la nada, dejar que lleguen los destapes que derivan en corazones y piernas sueltas en un clásico "pues ya qué", que se traduce en  la disculpa cíclica y eterna  del "pues es que tenía calor".
Así poco a poco vuelven otra vez los días de invierno, en los que el corazón se resguarda de los fríos y lamenta (solo un poquito) alguno de los comportamientos que corrieron como caballos desbocados en los días previos y vuelve a comenzar otra vez la misma historia, pero con diferentes protagonistas y escenarios.

Twitter: @Miss__Ovarios
http://mariangel-elovario.blogspot.mx/

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