Publicado por primera vez en Primavera 2010
Frente a mis ojos, tengo un país con muchas dudas y profundos cuestionamientos; un pueblo que se acostumbra al miedo y lo viste como segunda piel...
Unos ojos que buscan una y otra vez unas letras que dibujen en su rostro una sonrisa, una imagen que motive, una presencia que aliente... En las calles de mi México caminan de la mano la desesperanza, el hartazgo, la desigualdad y la soledad; hombro a hombro se desplazan la ignorancia y el desaliento, la preocupación creciente... y un miedo que se disfraza con muchas caras.
En avenidas y parques, oficinas y cafés, iglesias y tiendas de la esquina, se respira intolerancia, impaciencia e indiferencia...
Sin embargo, dentro de este paisaje a primera vista desolador, hay sonrisas inocentes que estallan cuando una burbuja de jabón choca y explota en el vidrio de cualquier carro; hay señoras que diariamente preparan una comida de amor para sus críos; hay padres que toman una llamada -en medio de una importante reunión- para escuchar que Juanito acaba de dar su primer paso. Hay una secretaria que genera cambios de los que seguramente en pocas ocasiones es consciente con su sonrisa y esfuerzo constante. Hay ciudadanos honestos, fuertes ante las adversidades y pilares no sólo de sus hogares, sino de comunidades enteras...
En cada rincón de nuestro México, hay niños, jóvenes, hombres y mujeres que contribuyen a que se inunde de luz nuestra existencia. Más allá de ideologías políticas, guerras sin razón o con sentido, balas que jamás debieron haberse disparado y discursos que poco o nada resuelven por sí solos, en México, mi país, hay personas que aman, viven y nutren su tierra, su patria; personas que día a día libran batallas constantes contra sus miedos y limitaciones... y salen victoriosos de ellas. México es grande, hermoso, complejo, y sobre todo, diferente a cualquier otro país... es en la diferencia que encuentra su mayor fortaleza: porque los mexicanos somos la exclusiva mezcla de genialidad sin fronteras, de vigor histórico, valentía innata, inteligencia ancestral, solidaridad sin distingo...
Es sólo cuestión, creo yo, de recordarlo a cada paso; y con cada paso, seguir escribiendo nuestra historia.
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