Hace casi una semana estaba haciendo un viaje al pasado. Este año la generación nacida en '65 cumplimos 30 años de haber terminado la educación media superior. De una forma u otra todos estábamos dispuestos a comenzar carreras universitarias, primer paso hacia una vida adulta, primer peldaño hacia la independencia. Salíamos de la preparatoria llenos de energía, sueños, promesas, deseos, entusiasmo.

Treinta años después estamos a punto de cumplir 50, hemos recorrido un mayor trecho ahora que aquellos 19 años de entonces. Es momento de hacer el recuento, el balance, es momento de enfrentarnos/enfrentarme al espejo conmigo misma.

De repente estoy haciendo un alto en el camino para comentar con esa chica de 19 años (que terminaba la prepa y estaba lista para comenzar "el resto de su vida") que fue de aquellos sueños, aquellos deseos, aquellas aspiraciones.

Encontrarme con personas con las que compartí la primaria me hizo recordar quien era yo en ese entonces, me hizo recordar mis sueños de infancia.

Es muy extraño enfrentarme a mi más juvenil yo y "entregar cuentas" de como utilice mi vida, como cumplí con los sueños y que fui capaz de materializar.

En aquel entonces tenía ganas de ser lo más grande que pudiera ser para demostrarle a los demás que era: inteligente, capaz, digna de ser amada, ganar seguridad - esa seguridad que a los 19 años no tenía.

No llegué a los premios, condecoraciones y estatus a los que aspiraba. De hecho muchos ni los intenté por miedo a no ser capaz de lograrlos. En cambio caminé por un sendero entonces desconocido para mi. Menos lustroso y llamativo pero mucho más rico.

No soy la mujer famosa, multipremiada y ampliamente reconocida que aspiraba ser a los 19 años. Pero me he convertido en una mujer más profunda, más serena, más segura de quien soy. Hoy mi valor no depende de signos externos, de hecho no me interesa lo que los demás opinen. Mi valor depende de aquello que se encuentra dentro, de lo que yo veo y de lo que yo opino.

He seguido estudiando y aprendiendo, comencé estudiando para obtener reconocimientos externos y en algún momento del camino cambié el rumbo hacia los conocimientos internos. Mi viaje personal comenzó en dirección pública pero se encuentra en una dirección personal, profunda, discreta.

Si yo aspiraba a premios y reconocimientos públicos ahora tengo por medalla los brazos de mis hijos, por galardones los que la vida me a dado al salir fortalecida de cada prueba que me ha puesto. Mi PhD es en autoconocimiento, en humildad, en compasión, en fortaleza.

En aquella reunión alguien me preguntó "en que andaba" a lo que conteste sin mucho pensar "en tratar de necesitar poco, desprenderme de todo y ayudar más".

En estos años he cosechado: experiencia, sabiduría, discreción, seguridad, autodominio, control, compasión, respeto por lo verdaderamente poderoso. Y he perdido: vanidad, miedo, inseguridad, necesidad de reconocimiento.

Estoy contenta con lo que soy y en donde me encuentro, estoy serena, estoy segura y mucho más empoderada de lo que jamás pensé estarlo. Y lo mejor de todo es que aún me falta un buen trecho del camino en el que aún puedo seguir creciendo.

Es bueno encontrarse con el pasado porque nos permite reconocernos en el presente y aspirar hacia el futuro.

Me encanta estar en la puerta del 5o piso llevando todo lo que llevo. Me gustó encontrarme conmigo misma y ver que el rumbo que tomó mi vida no pudo haber sido el mejor.

Ahora a empezar el siguiente recorrido!!!

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Comentario

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Comentario de Nancy Arias el junio 10, 2014 a las 9:56pm
Ana, que buena y profunda reflexión. Gracias por compartirla. Aspiro a sentir lo que describes y espero ir en el camino correcto. Creo que la verdadera realización se encuentra ahí, en nuestro ser más íntimo. Saludos!

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