Hace unas semanas, el Fondo de Población de las Naciones Unidas, presentó su informe Maternidad en la niñez, donde visibiliza a México como el primer lugar entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en cuanto a embarazos en adolescentes y jóvenes de entre 15 y 19 años con una tasa de natalidad más alta de 64.2 por cada mil nacimientos; mientras que Suiza reporta la más baja, con 4.3. esto coincide totalmente con las cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), donde según sus datos, en las últimas dos décadas el promedio de hijos/as entre los grupos de 12 a 19 años de edad representó el 5,8 por ciento de los nacimientos en México.

Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, del Instituto Nacional de Salud Pública, una de cada dos adolescentes de 12 a 19 años que inician su vida sexual presenta un embarazo,  dos de cada 10 adolescentes de 15 a 19 años han presentado más de un embarazo desde que iniciaron su vida sexual, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Dinámica Demográfica 2011 del INEGI. Las entidades federativas de Chihuahua y Baja California Sur están a la cabeza de ese fenómeno, seguidas por Guerrero, Nuevo León, Chiapas, Coahuila, Durango, Tabasco, Sonora, Tlaxcala, Baja California, Colima, Querétaro y Yucatán. Las que presentan menos embarazos en este grupo poblacional, y que se encuentran debajo del promedio nacional, son el Distrito Federal, Jalisco, Zacatecas, Guanajuato y Quintana Roo, pero más allá de todo, durante el último decenio todos los estados mexicanos registraron un aumento de madres menores de 20 años.

A veinte años del Programa de Acción de la Conferencia de El Cairo en 1994 y la Plataforma de Acción de Beijing de 1995 donde se estableció que la salud y los derechos sexuales y reproductivos —incluyendo la educación sexual, el acceso a toda la gama de anticonceptivos, los servicios de salud materna y la posibilidad de tener un aborto seguro— son fundamentales para los derechos humanos y el desarrollo, sin embargo, estas cifras nos reflejan que a pesar de los convenios que ha signado y ratificado México, existe la ausencia de un compromiso real y una estrategia basada en la realidad de lo que viven miles de jóvenes y adolescentes en nuestro país.

Para empezar, ¿qué trato le damos a la sexualidad en la enseñanza pública? No sé a ustedes, pero cuando yo estaba chavita, en el colegio, nos tocaron los libros de la Secretaría de Educación Pública donde sólo te decían que los hombres tenían un pene y producían esperma y las mujeres teníamos vagina y producíamos óvulos y luego se juntaban y ya…se formaba el nuevo ser humano. Obviamente ni siquiera no explicaban cómo se juntaban óvulo y el espermatozoide, nada más nos pasaban un video chafísima donde un chavo y una chava iban al cine, y después se decía que ella estaba embarazada y  que no abortaba porque mostraban las imágenes de un feto de 8 meses todo destrozado…¡caray! Todo tan fuera de la realidad e impregnado de dogmas y cero hechos científicos. En tercero de secundaria, tuvimos una maestra que se le ocurrió hablarnos del condón y según me confesó años después que coincidí en un avión con ella, la amenazaron con correrla por andarnos pervirtiendo. Le dijeron que una mamá de una de mis compañeras se había quejado de que estaba solapando el libertinaje y enseñándonos como tener relaciones sexuales. ¡Háganme el favor!

Afortunadamente, como siempre lo he dicho, mi papá y mi mamá no tenían problema a hablarnos de todo, así que recuerdo que mis enseñanzas en la sexualidad fueron sin tabúes y sin miedos. El día que yo tuve mi primera menstruación, mi mamá me regaló una cajita súper bonita con un moño rosa enorme y la abrió frente a mí y me dijo: “mira hija, esto es un condón, se usa así bla bla bla…, esto son pastillas anticonceptivas; se usan así bla bla bla, esto es…” y así me explicó todos los métodos anticonceptivos de la época y al finalizar dijo lo más importante de todo: “yo ya te expliqué la parte biológica de la sexualidad, pero lo que nunca te voy a poder explicar, son los sentimientos, esos, tu vas a tener que aprender a manejarlos, a disfrutarlos y a decidir en qué momento, cómo y con quién vas a ejercer tu sexualidad, solamente te pido que no sea por miedo, por violencia o por amenaza de nadie, tu cuerpo es tuyo y solamente tú debes decidir en él”.

Recuerdo, exactamente cada una de sus palabras, y agradezco tanto que nunca me haya prohibido tener relaciones sexuales, que desmitificara la virginidad como un valor social,  si no que al contrario, me empoderó sobre mi vida. Me enseñó como esta sociedad construida desde un falocentrismo hegemónico, ha decidido que los hombres entre más relaciones sexuales tengan, son considerados más hombres y en cambio las mujeres, si tenemos muchos hombres, somos unas putas. También me enseñó como esta sociedad nos ha normalizado que las mujeres debemos utilizar el sexo para “retener” a un hombre y los hombres a fingir amor para tener sexo. ¿Cuántas veces no hemos escuchado eso de que “a quién le dan pan que llore? Como si los hombres no pudieran decir que no ante un ofrecimiento de intercambio sexual…y la costumbre más peligrosa de todas: la famosísima “prueba de amor”.

¿Cómo esperamos que los y las jóvenes utilicen métodos anticonceptivos cuando no les empoderamos el goce de su sexualidad? Sólo echamos un vistazo rápido a los miles de mensajes contradictorios que las instituciones y los medios de comunicación les envían a diario. Les pedimos a los hombres que sean responsables con el uso del condón y por otro lado, les dicen que no se siente lo mismo y que “a los machos no les pasa nada”, o a las mujeres, les ponen diez mil veces al día ese maldito anuncio que pasan por la televisión de la crema vaginal “lomecan” donde especifican que a las “niñas bien” les dan las infecciones vaginales por el uso de ropa apretada y no por tener relaciones sexuales…eso es gravísimo. Aparte, cuando se quiere adquirir la llamada “pastilla del día siguiente” en una de las farmacias Guadalajara, no te la venden, al preguntar por qué te dicen que es pecado a pesar de que desde hace ya varios años, el levonorgestrel es parte del cuadro de medicamentos básicos. (en ambos casos no entiendo porque la Secretaría de Salud y la PROFECO no han hecho nada)

Los gobiernos podrán seguirse desgastando en políticas inútiles sobre salud sexual y reproductiva, pero mientras no tengan una estrategia transversal e inviertan en el empoderamiento de la sexualidad de los y las jóvenes, seguiremos teniendo estas cifras terribles que solamente abonan al aumento del embarazo adolescente y en consecuencia, el aumento de la pobreza generalizada, la aceptación del matrimonio infantil, esfuerzos inadecuados para mantener a las niñas en la escuela, así como el riesgo de muerte en madres menores de 15 años de edad ya que en países de ingresos bajos y medios es dos veces superior al de las mujeres mayores.

 

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