Dedicado a Diego y Santiago, porque tienen derecho a conocer la paz y
a vivir en un mundo libre de violencia para todas y todos.
Cuando los rituales de iniciación en un equipo de futbolimplican que los veteranos abusen física y hasta sexualmente de los novatos, algo anda mal no sólo en las reglas del juego y del “sano deporte” sino en la sociedad, en la escuela y en las cabezas de los deportistas.
Cuando se dice comúnmente que las mujeres manejamos fatal, pero las estadísticas indican que el número de víctimas mortales por ocupante del vehículo, cuando el conductor es varón, es el doble que cuando lo es una mujer (España), y en México el 75% de los accidentes viales son causados por hombres, algo hay que preguntarse respecto a las causas.
Cada día la violencia contra las mujeres adquiere nuevas caras y se manifiesta de manera más brutal, cruda, irracional. Que cada 15 minutos violen a una mujer en el mundo, que 1 de cada 3 mujeres hayamos vivido violencia o que cada día mueran 137 mujeres a mano de sus parejas a nivel global son hechos que demuestran esto: el machismo cobra vidas de mujeres. El tema, es que también cobra vidas de hombres, y no hemos hablado de manera suficientemente profunda sobre el costo que el machismo tiene para los hombres y para la sociedad.
Lo dice Lydia Cacho con toda claridad en su libro #EllosHablan: “El machismo no es una cosa, no es un concepto aislado; es la idea del masculino universal del poder humano. Es la idealización de la violencia como medio, como fin, como instrumento coercitivo; es una trampa que normaliza lo inaceptable: la guerra, la muerte, la tortura, la violación, la impunidad, el bullying machista, el acoso, el hostigamiento, la esclavitud, el terrorismo, la delincuencia organizada.” (p.33)
¿Cuándo vamos a empezar a hablar sobre el costo que el machismo tiene para la sociedad, la productividad, la política, la economía, la cultura, el desarrollo, la justicia, el estado de derecho, la paz y el respeto en la convivencia cotidiana? Hablamos del impacto que la violencia intrafamiliar y la violencia contra las mujeres, perpetrada por hombres, tiene en el PIB, pero no del costo que el machismo y el patriarcado con sus reglas no escritas pero explícitas y que permean la estructura política, social, económica y legal tienen para el mundo en el que vivimos.
Desde el feminismo se está cambiando la realidad, haciendo evidente lo que antes no se veía o se callaba. Pero mientras las mujeres hemos cambiado y se está construyendo una nueva narrativa en torno a cómo queremos vivir sexual, emocional, social, política, económica y culturalmente, las estructuras que dan vida, alimentan, construyen, sostienen, reproducen el machismo en México y en el mundo, siguen intactas.
Las mujeres hemos hecho que el mundo cambie, que las reglas y las leyes cambien poco a poco. Nos hemos colado en las grietas del poder, pero eso no es suficiente. Los hombres siguen sin entender lo que sucede, porque no lo quieren ver o porque no saben cómo verlo desde otra óptica. Muchos han construido un discurso de víctimización frente a las denuncias de las mujeres a raíz de #MeToo, #VivasNosQueremos y otras iniciativas para visibilizar el abuso y el acoso del que hemos sido objeto. La respuesta es “Ya no queremos estar a solas con mujeres en el trabajo o en la escuela porque nos pueden denunciar sin haber hecho nada.”
¿Por qué no se cuestionan con la misma preocupación y el mismo miedo cuando se quedan a solas con sus pares y se hacen bullying entre ellos, comparten fotos de mujeres desnudas, juegan a ser machos, hombres, seres que no sienten, que se relacionan desde el cerebro y no incluyen los sentimientos en sus relaciones cotidianas porque eso los feminiza, los hace menos hombres y los hacer ver ridículos frente a sus amigos y colegas? ¿Por qué no se preocupan cuando se quedan a solas en las regaderas de los clubes y en complicidad golpean a los jóvenes que tienen que demostrar que son hombres y aceptar las novatadas de las que son víctimas cuando ingresan a clubes de deportivos? “Son lecciones de vida” o rituales de iniciación, dicen a manera de justificación.
¿Por qué no se miran en el espejo frente a estas transformaciones y cuestionan la cultura que les ha dicho que la masculinidad se construye desde la violencia? La primera lección de machismo la reciben de niños, cuando sus padres les dicen “los niños no lloran” y los hacen entender a golpes, cinturonazos y amenazas que el ser hombre implica no parecerse a sus madres y poner “lo fuerte, violento, agresivo” en el centro de su educación formal e informal?
Las mujeres hemos aprendido a hacernos escuchar, a defender nuestros derechos, a construir sororidad, pero las vetustas y caducas instituciones del patriarcado y el machismo no han cambiado: siguen eligiendo presidentes machos, mantienen los pactos entre hombres, los medios de comunicación siguen reproduciendo los estereotipos del hombre que para serlo necesita tener propiedades -y las mujeres se incluyen en ellas- poder y ser capaces de imponer su voluntad o abusar de otras personas y seres, y deben ejercer una masculinidad tóxica que premia la insensibilidad.
A los hombres que se atreven a cuestionar esta forma de ser hombre, se les excluye, señala, también se les mata y se les construye un cerco alrededor por ser “putitos” “maricones”, por no seguir aceptando el pacto entre hombres del que con tanta claridad habla Celia Amorós.
El machismo, lo señalé arriba, cobra vidas de hombres jóvenes en las carreteras y en la calles. El machismo está presente en esos jóvenes, y unos no tan jóvenes, que no dejan que los rebasen “porque no me van a quitar mi lugar en el carril”. Está presente en los insultos “cariñosos” que se dicen entre cuates para demostrar que hasta en los juegos de palabras “uno la tiene más grande que el otro y a él nadie se la mete”. El machismo está presente en el poder, cuando se solapan los abusos contra mujeres entre jueces, políticos y funcionarios. El machismo está presente cuando se le piden favores sexuales a una mujer para darle un puesto de trabajo. El machismo está presente cuando tienes a un presidente que dice que los derechos de las mujeres hay que someterlos a consulta popular o que presume que a las mujeres hay que meterles la mano (grab them by the pussy).
Los hombres también padecen las consecuencias del machismo que ejercen (por acción o por omisión al callarse frente a sus abusos) y que les rodea. Juan Guillermo Figueroa, estudioso de la violencia entre hombres, lo señala: como los hombres no pueden reconocer su propia vulnerabilidad, no se pueden desarrollar acciones sociales para resolverla ni desarrollar políticas públicas para resolver las necesidades masculinas derivadas de esta realidad. Cuando no se toma esto en cuenta, aumentan los riesgos para la salud y la vida de los hombres. El comportamiento que dicta la construcción social del ser hombre, paradójicamente, les vulnera.
No basta con trabajar en el empoderamiento, desarrollo y defensa de los derechos de las mujeres. Es un paso vital y que nos ha salvado la vida a millones de mujeres, pero no basta. Es necesario trabajar con el otro lado de la ecuación para cambiar el mundo, acabar con la violencia e impulsar la igualdad.
Con el patriarcado y el machismo todas y todos perdemos.
Publicado originalmente en Animal Político el 2 de abril del 2019.
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