Mis queridos lectores, hoy en día en las redes sociales, la Internet, las librerías y en numerosas conferencias podemos encontrar esquemas y estrategias para ser felices, diversas corrientes y teorías que intentan ser guías para conseguir una vida mejor, claro que casi todo enmarcado en la receta social, de la cual ya hemos hablado.
El otro día charlando con un amigo me dijo la siguiente frase y comprendí que lo que no se ha dicho mucho es que debemos buscar un equilibrio entre estas dos:
Hay que disfrutar intensamente de los sueños sin descuidar la realidad.
Se dice que hay que perseguir los sueños pero no nos dicen cómo, también que hay que ser realistas y no tener expectativas, entonces ¿cómo rayos se supone que le hagamos?
Después de escuchar esa frase entendí que la línea es sutil, que jamás debemos dejar de soñar, de imaginar las cosas que deseamos, lo que nos hace vibrar; jamás debemos permitirnos renunciar a las emociones que nos hacen volar y tocar el cielo; jamás debemos dejar de disfrutar las mariposas en el estómago y alguna locura bajo el sol.

Sin embargo, la mejor forma de alcanzar nuestras metas es dando pasos firmes en el camino, en esa realidad medible y contable que puede decirnos si vamos bien o de plano nos regresamos, esa realidad que se traduce en cuentas por pagar, inversiones, comida, gustos culposos y hasta pagos en farmacias, toda esa realidad que puede catapultarnos si no le ponemos atención, quizá por estar soñando.
Vivir es un regalo hecho de momentos, momentos que hay que vivir y revivir, otros que hay que dejar pasar y hasta enviar al basurero pero un gran secreto es disfrutar los sueños sin descuidar la realidad, gocemos de las cosas y las personas que nos hacen vibrar sin despegar el dedo pequeño del pie derecho del piso, que nos permita continuar en el camino que nos hemos trazado y el horizonte al que esperamos llegar.
Hasta aquí esta semana. Hagamos conciencia, toquemos cada día con las manos y armemos una revolución con las nubes y el sol. Los abrazo.