Hace años, cuando me clavé durísimo en el Tai Chi como remedio para mis insatisfacciones, entendí claramente las bondades del silencio, la escucha, el “coco wash” y la moderación para encontrar el equilibrio.

Algo me queda: soy menos ruidosa. También he entendido que observar sin parloteo nos hace entender muchas historias. “Echarle un veinte” a alguien y escucharle hablar, revela más que un interrogatorio de la Gestapo. El “Shampoo mental” tiene sus límites. La moderación nunca sobra.

Y por moderación no quiero decir vivir gris o a medias. ¡Nop! ¡Recuerdo cuántas veces me pidieron mis padres ser prudente! A mí eso de la prudencia me sonaba a freno de mano… ¿cómo comerse el mundo con el freno puesto?

Con todo: sigo buscando el equilibrio. En el pasado quedó ser madre 24/7, esposa, generadora de bienes y servicios incansable. Poco después, trabajar hasta caer (por sentón o porque ya se te tostaron las meninges). Si hay que tomar café… cuesta no terminar con la cafetera recién colada. Si es fiesta, cantas hasta la afonía y bailas hasta que duelen los pies… te amanece. Si hay botana sigo picando, si tengo un tequila enfrente… hasta terminar con él. Eso no es mesura.

Tons; hay que encontrar el punto medio, la moderación. Claro que soy madre: ahí están tres prendas encantadoras que van saliendo muy bien aunque la mesura (pura supervivencia) me llevó a no llevarlos ni traerlos. Ni les lavo la ropa, ni los persigo por destorlongados. Hoy los batalla su padre y eso no me quita mi condición de madre suya. Además me muerdo la lengua antes de soltar cualquier sentencia lapidaria sobre ellos. Madre pero respetando sus vidas.

Ya no soy la mujercita de nadie: soy yo.

Estoy dejando un fondo de cafetera sin beber.

Trato de fumar menos.

Canto más entonada y bailo hasta un poquito antes de la afonía o el dolor de pies.

Bebo despacito mi delicioso tequila, me brinco algunos cigarros que prendía en automático y trato de retirarme de las fiestas antes de que decaigan.

No sé si esto me llevará al equilibrio, pero espero que suceda. Confío en dejar de agotarme con el quehacer cotidiano, confío en seguir disfrutando de lo que me gusta, en seguir escribiendo, en ir “p’adelante”… no gris, no a medias; solo mesurada en los excesos, desgobernada en los encantos de la vida simple y bogando por el equilibrio.

Hoy leí un poema de alguien que no sabe cuánto me enseñó. Al final dice:

Ah, ¡cómo anhelo la paz!

La necesito muy cerca

para seguir mi camino…

Sin dejar puertas abiertas,

        sin arrastrar desatinos…

        Caminar a piel abierta.

      La puntuación es mía, pero me encanta el poema.

Y me hace preguntarme, cuánto de mi cotidianeidad vale la pena. ¿Otra vez voy con toda mi pasión contra algo que no lo vale?

Creo que no… pero hay que bogar por el equilibrio.

¿Te ha pasado? ¿dudas del quehacer que te absorbe los días?

Hay medios para hacer una vida, pero no hay vida que valga empeñarse en los medios.

 

 

     

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Comentario

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Comentario de Renata Rodriguez el septiembre 17, 2015 a las 10:12am

Abuela preciosa, que gusto encontrar tu nota.  Es cierto, he tenido muchísimo trabajo y tengo el blog muy olvidado. Prometo aplicarme.  Te mando un beso grande grande.

Comentario de Abuela, Abuela el septiembre 16, 2015 a las 10:42am
Mi querida Flaquita, hacía mucho que no estaba en contacto contigo!. Será por que hace mucho que no escribes ó por que no te encontraba?. Te mando mi cariño y muchos abrazos y a seguir buscando el equilibrio.

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