Hace unos días, desde Presidencia de la República y sus cuentas oficiales, comenzó a distribuirse un documento llamado “Cartilla Moral” publicación que pretende  -y cito textualmente lo publicado en la página oficial de la Secretaría de Bienestar- “una reflexión nacional sobre principios y valores para generar una convivencia armónica y de respeto en nuestro país”. Hasta aquí, creo que no tenemos mayor problema,  sin embargo,  permítame estimado lector, lectora, invitarle a hacer una reflexión de este documento.

Esta cartilla fue escrita por Alfonso Reyes, reconocido intelectual, quien por encargo del entonces Secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, en 1944 nace públicamente hasta 1992 como un texto complementario para la campaña de alfabetización iniciada por el presidente Ávila Camacho. Esta cartilla, hace una descripción de los valores, que a criterio personal de Reyes, servirían como eje de la moral de los y las mexicanas. A través de doce lecciones o puntos, se revisan los conceptos “bien y mal”, “la civilización”, el respeto y la cultura con una clara inclinación a los conceptos comparables con una moral cristiana.

La versión que ha impulsado el gobierno en turno, si bien conserva párrafos enteros, se modifican algunos enunciados de la versión original, en un intento, considero, de omitir el carácter religioso que imprimió Reyes en su texto y que la obligación en una laicidad del Estado no permite en la actualidad. Pero en esta “adaptación” no recordaron que existe una reforma desde 2014 de la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres donde se adiciona la fracción XII al artículo 17 que obliga a promover que en las prácticas de comunicación social de las dependencias de la Administración Pública Federal, así como en los medios masivos de comunicación electrónicos e impresos, se eliminen el uso de estereotipos sexistas y discriminatorios e incorporen un lenguaje incluyente y también en el artículo 20, sección segunda de la Ley para prevenir y eliminar la discriminación menciona que se debe “Promover el uso no sexista del lenguaje e introducir formas de comunicación incluyentes en el ámbito público y privado” y nada más aclaro, para molestia de adeptos de la RAE, que la ley está por encima de cualquier academia.

Al documento no responde a una realidad actual y no atiende a las obligaciones del Estado Mexicano en materia de igualdad y no discriminación,  y es francamente notable que no cuenta con perspectiva de género, multiculturalidad, diversidad y mucho menos,  inclusión, vamos, en todo el documento ni una sola vez aparece la palabra “mujer”.  El simple título impulsa un espíritu que no abona a la progresividad de los de derechos humanos. Empecemos con que existe una gran diferencia entre la moral, que es personal y la ética y los valores, que son universales. Desde el gobierno y más, en un gobierno como el encabezado por Andrés Manuel López Obrador, debería proponerse cuestionar las relaciones de poder, las desigualdades y la exclusión propiciando la creación de herramientas para lograr un país realmente justo.  

Simplemente pareciera desde el día uno, que en esta cuarta transformación no estamos incluidas las mujeres, primero con un logosímbolo que invisibiliza el papel de las mujeres en la construcción de este país, después, con una propuesta presupuestal que pretendía eliminar programas fundamentales para lograr la igualdad sustantiva y erradicar la violencia contra las mujeres y ahora este documento que sin duda alguna refuerza estereotipos, sexismos y exclusión.  

Cabe señalar que aunque se ha señalado que la “Cartilla Moral” no es de observancia obligatoria, servirá como eje de actuación para el funcionariado quien sin duda mejor debería promover la eliminación de creencias personales, estereotipos y la observancia obligatoria de la Constitucionalidad de los Derechos Humanos y los Tratados internacionales que con este documento, quedó claro su desconocimiento en materia.