UNA HISTORIA MAS ESCUCHADA EN LOS VAGONES DEL METRO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

 

Para trasladarme a mi empleo, decidí hacer mi transporte favorito, “el metro”; ya que con $5.00 recorres casi toda la ciudad de México, por supuesto, tiene sus inconvenientes, como que: está lleno a todas horas, los olores desagradables, los empujones, y además hay que cuidarse de las ratas de dos patas, de los que te manosean, etc etc etc. con todo y esto es el medio más rápido   para llegar.

De ida, la mayoría de veces  tengo la fortuna de ir sentada,  ocupo los lugares individuales, esos que dan a las puertas.

Al principio traía un libro y leía hasta llegar a mi destino, después de unos meses me empezó a doler la cabeza, creo que me mareaba, entonces deje ese hábito, como no tenía nada que hacer, y me aburría muchísimo, comencé a idear como divertirme .

Cuando voy hacia la oficina; observo a las personas que van cerca de mí, su forma de vestir, sus zapatos, su peinado, sus bolsos, lo que hacen, tratando de adivinar a donde se dirigen,  si van platicando entonces nada de esto es relevante, y me entretengo en su charla.  

La cosa es diferente de regreso a casa, vengo parada la mayoría de veces, por lo que me acomodo en un rincón del vagón para evitar estorbar y que me molesten, ahí cuidadosamente escojo mis presas, saco mi celular, abro el WhatsApp y hago como si viniera leyendo, mis oídos de abren cual radar poniendo atención a lo que platican mis víctimas, muchas veces solo alcanzó a enterarme del  final de sus historias, en otras, del principio,  rara vez las escucho completas, todo depende de las condiciones que se den.

Cuando estas personas interrumpen su conversación, por el motivo que sea, comienza  a trabajar mi mente, invento la última etapa, una que me agrade, en ocasiones suele ser   de  cuento de hadas y otras de terror, o son felices o son infelices, no me gusta otro tipo de final, para eso está la vida misma.

He escuchado de todo, quejas sobre los jefes, de hijos, de maridos, de los hermanos, de los padres, también lindas historias de amor, de desengaño, de fantasmas, de problemas por dinero, por salud, de chismes de las vecinas, y los más interesantes para mí, los… “no se lo vayas a contar a nadie”, ¡ah como me divierto!

Fue uno de esos días en que aburrida, busque mis siguientes víctimas,  que no estuvieran tan alejadas para escuchar bien, y no moverme de mi cómodo lugar.

En la siguiente estación a la que yo abordo el tren, se subieron dos señoras,  se ubicaron a mi lado, ya habían comenzado la plática, eso era lo de menos, después de varios minutos cuando pones atención, ya te imaginas el inicio. Conversaban  sobre el esposo de una de ellas, de la mujer joven, la otra ya era una mujer mayor, por lo que la señora joven se quejaba amargamente del esposo, menciono que era un flojo, que hacía años que no trabajaba, que ella se hacía cargo de los gastos de la casa, por lo que tenía que ocuparse por salir adelante, sus 4 hijos estaban estudiando y el marido nunca encontraba nada productivo que hacer, yo entre mi  dije –mmm , como muchos- la conversación  se iba haciendo más interesante cada vez, cuando la Sra. joven menciono que por eso se había visto en la necesidad de buscar un amante; la Sra. mayor le aconsejo,  que dejara el marido y se fuera con el “otro”, “upss!! Esto se está poniendo bueno” pensé ,  ella respondió que sus padres eran muy estrictos y conservadores  jamás lo aceptarían, además no era la primera vez que lo hacía, pues ella necesitaba alguien que le ayudara económicamente, no le alcanzaba lo que ganaba en esa empresa de reparto.

Ya casi llegábamos a la terminal del metro y yo rogaba por que no se fueran a bajar antes, su charla estaba muy entretenida e interesante.

Llegamos y haciendo como que no había escuchado, me adelante a subir las escaleras, pensando ¿qué final le vendría mejor a esa historia?,  pase los torniquetes y casi a la salida de la estación me encontré a Rubén,  hasta de concluir el relato me olvide.

Él es un amigo de años, crecimos juntos en aquella colonia proletaria a donde años antes habíamos llegado a vivir mis padres y yo, nos saludamos con un abrazo, hacía mucho que no nos veíamos, yo termine la universidad y me case,  él se puso a trabajar porque decía que no le agradaba el estudio, tiempo después, mi familia se mudó y ya no supe nada mas de él.

-A dónde vives ahora me preguntó-, tuve que contestar un poco avergonzada,  que había regresado a casa de mis padres,  ¡que casualidad!  Me dijo, -yo también me mude, coincidentemente cerca de tu familia,-  ¡ahora soy nuevamente tu vecino!, -¡que bien!- exclame, me contó que se había casado con una chica muy seria, -¿recuerdas a las hijas del carpintero? Pues me case con una de ellas- tenía razón, a esas jóvenes su papá casi las tenía encerradas, recuerdo que eran 4 hermanas, todas ellas vestían de largo, nada de cosméticos, nada de amigos, nada de fiestas, ¡nada de nada!,  incluso, pensamos, que jamás las dejaría que se casaran, - , Había encontrado una excelente  mujer.

Seguimos poniéndonos al día, cuando escuche  una voz conocida, “hola, soy Sofía” , extendiéndome  la mano, me quede asombrada, claro que la conocía, por supuesto que sabía quién era, tome su mano, me acerque a ella y dándole un beso en la mejilla  le conteste -Hola ,soy amiga de Rubén, mucho gusto.-

Ellos se dieron un pequeño beso de saludo, -es mi esposa- menciono, el.

Mira lo que son las cosas, el pensando que se había casado con la más pura y santa  de las mujeres; ella, quejándose, y engañando al haragán de su marido y al final del día los dos se reúnen para seguir aparentando ser un feliz matrimonio, en cuestión de segundos me di cuenta que ya tenía el final de esta historia y sin ser producto de mi imaginación.

Rápidamente me despedí y deje que se fueran primero, no quería irme con ellos, ella volteo a verme de reojo, sabía que la había escuchado pues en el vagón se percató de que yo venía a su lado, no dijo nada, solo me guiño un ojo, el con un movimiento de mano  me dijo Adiós.

Yo, solo atiné a gritarle, Que pasen buenas noches, y  ¡échale ganas Rubén!

 

 

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