Cuando nació en los veintes, siendo el séptimo hijo, le pusieron el nombre del papá, que no era muy gustado, pero como nació tan chiquito, pues no tenía muchas probabilidades de sobrevivir y con ello, ya se cumplía la tradición de heredar a algún hijo, el nombre del padre.
No hizo su dinero como la gente decente: heredándolo. Aunque su familia era de la gente bien, el pueblito era tan chico y siendo 16 hermanos, pues por más “fortuna” que existiera no daba para mucho al extrapolarla a la vida citadina.
Sumémosle que la gente “normal” se dedicaba a cultivar las tierras familiares, nada de andar estudiando o perdiendo el tiempo en cosas vanas, como leer el periódico o jugar basketball, esas cosas tan poco productivas y fuera de lugar que hacían unos pocos adolescentes de la época y de las que él disfrutaba.
Pero, apoyado por su papá y contra toda la voluntad, pero todo el amor de su mamá, decidió estudiar, se mudó a la casa de su tío en capital del Estado para ingresar a la Escuela Normal y después a la Ciudad de México para cursar la carrera de Medicina.
Ya treintón, seguía soltero (demasiado grande para la época), divirtiéndose de lo lindo, huérfano de padre, pero muy consentido por su mamá, conoce a la amiga de su hermana, ¿así o más cliché? Para colmo de males, la susodicha, era otro ser atípico para la época, con licenciatura, económicamente independiente, casa propia, coche del año, que viajaba sola meses por Europa, no cocinaba y ¡lo peor!, nunca le gustó ir de compras. Obviamente, tachada como mega quedada a sus treinta y adorando su soltería.
La conquista (o lo conquistan), se casa, hace una especialidad en Brasil en Medicina Nuclear, funda y es el primer Presidente de la Sociedad Mexicana de Medicina Nuclear, participa en el Consejo Mexicano de Médicos Nucleares y en todas la Asociaciones Internacionales del ramo. Tiene dos hijas, viaja por todo el mundo y, sobre todo, logra un matrimonio envidiable, de esos en que se integran dos familias, en las que las y los cuñados y concuños son como hermanos, las y los sobrinos como, hijos y conviven de forma tal, que para algunos antisociales, sería una pesadilla. Además católicos y activos en el Movimiento Familiar Cristiano.
Como no todo dura para siempre, su esposa enferma y durante 20 años y, hasta el día en que ella fallece, la cuida, la atiende, la procura y la ama como ningún esposo del que, al menos yo, tenga noticia. Después le da cáncer, pero es un sobreviviente y, con el tratamiento adecuado, lo supera.
¿Vida perfecta? Pues no, es el Dr. Felícitos Callejas Ramos y si, a pesar de los pronóstico y del nombre, hoy cumple 89 años, jubilado, va tres veces por semana al gimnasio, con una familia, nieta y muchos amigos que lo quieren, vive y se mantiene solo, es razonablemente independiente, disfruta de convivir y socializar, adora a su familia, platicar, leer el Scientific American y compartir sus anécdotas de vida.
Así es él, mi papá.
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Eugenia Callejas. Es especialista en Derecho Corporativo y Predial. Le gusta aprender, leer, cocinar, viajar y tweetear. "El único que no se equivoca es el que no hace nada.". Twitter: @LOMMX
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