A los 50 y más… cuando la pausa no es debilidad, sino renacimiento
por
Claudia Calvin
Hay etapas en la vida que no anuncian su llegada con fuegos artificiales.
Llegan suave, en forma de cansancio. De incomodidad. De preguntas sin respuesta.
Etapas que no son crisis… pero tampoco son estabilidad.
Etapas que piden silencio, pausa, reacomodo.
A muchas mujeres nos sucede a partir de los 50.
No siempre podemos ponerle nombre, pero lo sentimos con fuerza:
Lo que antes nos funcionaba ya no alcanza.
Y lo que viene… todavía no lo vemos con claridad.
¿Será que estoy cambiando?
Tal vez esta semana te descubriste más introspectiva.
Te dolió algo en el cuerpo sin explicación.
Te costó arrancar, incluso con cosas que antes te entusiasmaban.
O te sorprendiste preguntándote: ¿y ahora qué? ¿Esto es todo? ¿Qué sigue para mí?
No estás sola.
Y más importante aún: no estás rota.
No es que estés perdiendo velocidad.
Es que estás cambiando de dirección.
Vivimos en una cultura que aplaude la productividad, la inmediatez, el hacer sin parar, la juventud y su velocidad.
Pero pocas veces se habla de lo que significa soltar pieles con experiencia.
Pocas veces se honra la sabiduría que sólo llega cuando te detienes.
La pausa no es pasividad.
Es el umbral donde se empieza a gestar lo nuevo.
La sabiduría de esta edad no viene en libros.
Viene en forma de límites más claros, de intuiciones más finas,
de un cuerpo que ya no se deja ignorar,
de una voz interna que empieza a decir: basta de complacer, basta de postergar.
También viene con miedo, claro.
Con duelo por lo que dejamos atrás.
Pero sobre todo, con la fuerza tranquila de quien ya no necesita probar nada.
A los 50 y más, no se trata de correr.
Se trata de elegir distinto.
Desde la experiencia. Desde el deseo propio.
Desde una versión más íntegra de ti misma.
Y si hoy te sientes en pausa…
O en medio de una niebla suave que no te deja ver con nitidez…confía: estás en transición.
Eso también es sagrado.
Honremos este momento vital.
Hablemos de lo que no siempre se dice: de la reinvención madura, del deseo que cambia de forma, de la energía que se mueve.
De la necesidad urgente de una nueva narrativa para las mujeres que ya no somos “jóvenes”, pero sí estamos más vivas y lúcidas que nunca.
Porque este no es el final.
Es un comienzo más auténtico.
Y si algo de esto te hizo eco, quédate cerca.
Estamos construyendo algo nuevo.
Juntas.
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