La violencia contra nosotras no distingue entornos, edades, ideologías, profesiones, actividades laborales, diversidad cultural; ni tampoco niveles socioeconómicos, educativos o jerárquicos.

Para las mujeres que hemos sufrido violencia, en silencio o alzando la voz, en especial para mis compañeras del SNT.


¿¡Cuántas veces te ha pasado que, por el simple hecho de ser mujer, al expresar una idea o punto de vista, o plantear alguna cuestión en una reunión, en el trabajo, escuela o casa, la actitud de tu interlocutor o interlocutores es de burla, humillación, denostación, descalificación, amenaza, agresión, de hacerte menos, pasarte por alto, de recibir miradas lascivas o insinuaciones sexuales!?


¿Te cuesta trabajo recordarlas de tantas que han sido, ya sea de forma evidente o sutil? A mí sí. Seguramente, te has visto obligada a ignorarlas, porque en el entorno social y cultural mexicano, sexista, machista y misógino, este tipo de comportamientos están normalizados; y pues pareciera que deberíamos resignarnos y acostumbrarnos.


¿¡Quién de nosotras no ha padecido este tipo de actos!? Desafortunadamente, me atrevo a afirmar que todas. Si reunimos el suficiente valor para exponerlos y denunciarlos como violencia de género, muy probablemente quienes los cometieron pensarán que nos ha invadido la “locura”, que estamos respondiendo “de manera hormonal” y “arrebatada”, porque somos “muy sensibles” y “exageradas”.


Estas conductas, categóricamente, son violencia contra las mujeres. Así las establece la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, al referirse a cualquier acción u omisión que, con base en nuestro género, nos cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte, tanto en lo privado como en lo público.


Además de las formas enunciadas, la violencia se presenta en la familia cuando hay una relación de parentesco o de pareja con el agresor; en el espacio laboral cuando se atenta contra las trabajadoras; en la función docente contra las alumnas o profesoras; en la comunidad cuando se excluye a las mujeres de su participación pública; y en el aspecto institucional cuando se comete por las personas servidoras públicas al obstaculizar el disfrute de servicios y políticas públicas dirigidas a nosotras. De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016, 66 de cada 100 mujeres de 15 años o más que viven en México han tenido al menos un incidente de violencia a lo largo de su vida. El 43.9% de parte de la pareja y el 53.1% de agresores distintos.


Una modalidad de violencia que ha aumentado en tiempos de elecciones, y que se ha evidenciado más porque afecta a mujeres que ocupamos posiciones públicas, es la política, que limita o anula nuestros derechos políticos y electorales; el ejercicio de las atribuciones inherentes a los cargos públicos; la toma de decisiones; y la libertad de organización; y que puede ser perpetrada por agentes estatales, superiores jerárquicos, colegas de trabajo, medios de comunicación y otros.


Al respecto, en un estudio de Integralia Consultores se revela que, desde el inicio del proceso electoral, de septiembre de 2020 al 30 de abril de 2021, se contabilizaron 143 víctimas de asesinatos por violencia política en el país, de las cuales 23 fueron mujeres.


La violencia contra nosotras no distingue entornos, edades, ideologías, profesiones, actividades laborales, diversidad cultural; ni tampoco niveles socioeconómicos, educativos o jerárquicos. Lo que le pasa a una, nos pasa a todas.


En escenarios en los que esta problemática continua presente, el pasado 26 de mayo, el Consejo Nacional del Sistema Nacional de Transparencia, Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales (SNT), del que somos parte los órganos de transparencia y privacidad del país –como el INFO-CDMX al que pertenezco–, aprobó el Decálogo para el Fortalecimiento del Enfoque de Derechos Humanos, Equidad de Género e Inclusión Social.


Este valioso pliego, promovido por la Comisión de Derechos Humanos, Equidad de Género e Inclusión Social de dicho sistema –de la que soy integrante–, es un recordatorio permanente para que quienes estamos en estas instituciones, actuemos en congruencia con los principios de respeto, compañerismo, inclusión, colaboración, profesionalismo, evaluación, objetividad, autonomía, certidumbre y sostenibilidad. Asimismo, busca impulsar acciones para prevenir y detener cualquier forma de violencia de género, en particular, la laboral y política.


Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, decía que “la igualdad de género ha de ser una realidad vivida”. Asumir posiciones meramente discursivas en contra de este grave mal, sin coherencia con un actuar, dando el ejemplo, no abona a su erradicación.


Escribo esta columna para visibilizar los actos de violencia que mujeres cercanas a mí y yo misma hemos experimentado o seguimos viviendo. Que este texto sirva para hacer eco de nuestras voces. Sólo quiero decirles que #NosTenemosTodas y que, #NoEstamosSolas.


Fuente:


"¿Violencia de género? ¡Exageras mujer, es normal!", Columna Brújula de Ideas, Voces México, 01 de junio de 2021, disponible en: https://vocesmexico.com/opinion/violencia-de-genero-exageras-mujer-...


YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=LExKaPlya54&ab_channel=VocesM%C...

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