Esta es la imagen del recibo del niño Martín Silva, quien aportó 5 centavos (un “dime” de moneda americana o 2 pesos actuales) para el pago de la deuda petrolera el 25 de abril de 1938, cuando el Gobierno de Lázaro Cárdenas inició la Expropiación Petrolera. Y así, como esa imagen, en el archivo fotográfico de la época se pueden observar otras más en el mismo sentido. Hoy, casi 79 años después, sumergidos en una crisis domestica e internacional, no veo ese sentimiento de unidad y confianza en nosotros.
Todos hablamos, nos quejamos, vociferamos, nos enojamos, nos entristecemos, nos apanicamos, hacemos marchas, dejamos que nuestros sentimientos sean secuestrados por oportunistas políticos debido a nuestra ignorancia.
¿Por qué no logramos tener unidad ni de pensamiento?, ¿por qué hoy no estaríamos dispuestos a dar ni 2 pesos? ¿Qué nos hizo tan diferentes a los mexicanos de hace casi 8 décadas? ¿La corrupción? ¿Los malos gobiernos?
En qué momento perdimos el amor a nuestro México. ¿Cuándo dejamos de tener respeto por los valores cívicos? y nos hicimos cínicos. Sí, cínicos, porque siempre buscamos echarle la culpa al otro, al de enfrente, y nunca vemos nuestros errores, porque nos quejamos de todo, y no somos parte de la solución. En qué momento pensamos que las cosas deben de arreglarse por sí solas.
Sí, estamos en tiempo de crisis, pero proporcionablemente en tiempo de oportunidades. Cuando más difícil está la situación tenemos la oportunidad de despertar nuestra creatividad, inteligencia, trabajo, honestidad, tolerancia, respeto, apoyo, y solidaridad.
Así como hace ya casi 8 décadas un grupo de mujeres de diferentes clases sociales llegaron a Palacio Nacional a entregarle al Presidente Cardenas desde joyas hasta una gallina, porque no empezamos a entregar a nuestra familia, a los amigos, al trabajo, tiempo de calidad, valores, honradez, entereza, superación, lucha, coraje. No perdamos el tiempo en quejas, en lamentos, en flojeras. No echemos culpas a la corrupción, a los malos gobiernos, al clima, a la indefensión, a lo que sea.
Qué nos hace diferentes de esas mujeres que hoy serían nuestras abuelas. En la actualidad, tenemos más recursos que ellas, más libertades, más conciencia, más movilidad y más redes sociales. Usémoslas con responsabilidad para generar el cambio en las generaciones que vienen. No difundamos por difundir, no hablemos por hablar. Leamos, instruyámonos, creemos conciencia de lo que nuestras palabras y acciones dictan. Usemos la libertad de expresión para transmitir las verdades y no los rumores o infundios. Usemos nuestra movilidad para apoyar el cambio.
Nuestro México no necesita dicharacheros, necesita que unamos fuerzas, habilidades, conocimientos, valores y solidaridad para salir adelante cada día, que ante las adversidades tengamos la capacidad de reconocernos como gente con grandes talentos y una historia que nos soporta.
Yo he decidido romper el silencio, escribir y compartir mis experiencias y/o la información que crea pueden generar un cambio. Esa será mi aportación. ¿Y tú, que vas aportar?
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