Ayer fue el primer domingo de Pascua y particularmente lo considero el día del amor incondicional. El 14 de febrero se celebra el día del amor romántico, del amor que nos venden en las revistas, en las novelas, en la mercadotecnia de cada día, más que conmemorar a San Valentín se enfoca en la idea distorcionada de lo que creíamos que era el amor. Pero el día de pascua, más que el día de la resurreción como se celebra en la tradición cristiana, es el día en que debemos recordar la similitud humana que tenemos unos con nuestros semejantes, que sin importar raza, color, idioma o religión, todos buscamos ser amados. Hablo del amor puro o del amor agape, ese que se da en el dar y recibir, que permite recibir la vulnerabillidad del otro que se entrega totalmente, y la voluntad de dar de regreso, que aunque cuesta, nunca queda en deuda consigo mismo. Se alegra en la premisa del saber que el ser amado existe. No solo me refiero a la relación de dos amantes si no también a la relación interpersonal que nace de la amistad entre dos almas, de la disponibilidad que tienes como persona hacia con el otro, tal como lo menciona Arancha Caballero en su post más reciente ¿Y tú, estás disponible?
La alegría de saber que el otro existe. (Walter Riso, el psicólogo especialista), sin intentar cambiarlo, aceptándolo, dándole esa misericordia que todos hemos recibido. ¿Cómo no querer dar si me alegro de tu existencia? No soy especialista, y hablo desde mi propia experiencia, confieso que he fallado en la práctica en dejar de amarme a mi misma o hacer a un lado a mi eros en ciertas situaciones para dar paso al agape, pero también es cierto que he amado fielmente hasta endeudarme conmigo misma. Eso no es negociable, una no se puede dar del todo si no recibe, si te quedas en ceros eso no es. Ni con el ser amado, ni con las amistades, es un ejercicio de dar y recibir. Darte a ti misma primero, para ser capaz de darte a los demas, pero también recibir y recibir con alegría. Emancipar el acto de benevolencia entre dos almas que semejantemente se encuentran en el ejercicio de dar y recibir.
No me quiero enfocar en hablar de esas relaciones en las que solo reina el amor romántico y como bien dice mi estimada Mariangel Calderón terminan cuando "llegan los problemas, las luchas de poderes, los egoísmos exacerbados y luego fin, la ruptura inminente, los reclamos infinitos y los adioses algunas veces cargados de más ponzoña que la de un político mexicano" Eso no es.
Dar y recibir. Que en estas semanas de Pascua, que el camino de la paz, de la aceptación, del recordar que no podemos hacer cambiar a nadie y que solo podemos cambiar nosotros mismos, amemos mucho,empezando por amar todo lo que somos incondicionalmente.
Publicado en My Dress Hangs in NY el 6 de abril 2015
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Comentario
Hola Luz, gracias por comentar! Recordar que para amar al projimo como a nosotros mismos es exactamente amarnos a nosotros mismos incluyente!
Es la pura verdad tenemos amar al prójimo como a nosotros mismos, dar sin esperar nada a cambio.
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