¿Puedes o no puedes?
El método para construir el éxito.
La sororidad -dicen- es la resignificación y la coexistencia entre las mujeres. Personalmente, creo que es una forma de vida, un hábito en el cual las almas resuenan. La sororidad se aloja en el estómago: en donde habitan las mariposas, y estas abren el vuelo cada vez que una mujer triunfa, sin importar la dimensión de su éxito, porque la cumbre se conquista con la suma de pequeños pasos. La sororidad es también sentir que todas somos una, y en cada una estamos todas. La sororidad no reserva sus derechos para el feminismo: la construimos todas y todos, cada día.
Desde hace varios años he seguido los pasos de una mujer que practica la sororidad sin percatarse, y es mucho más feminista de lo que ella misma alcanza a ver o –incluso- a querer; ambas cualidades las supe hasta hace muy poco. Comencé a seguir su huella cuando en una entrevista de banqueta le pidió determinada a un reportero que pretendía intimidarla: “Permítame terminar mi idea…” El reportero calló y no preguntó nada más; algún periódico lo mencionó. Estoy segura que ella no lo recuerda, pero lo conservo en mi memoria con la frescura de esta mañana.
Nuestra historia da cuenta de muchísimas mujeres que han roto paradigmas, en el caso de todas, el primero es el del silencio: por eso ella cautivó mi admiración. A partir de ese día la vi desenvolverse con pundonor y firmeza; el protagonismo no era lo suyo, sin embargo, los reflectores inevitablemente la iluminaban cuando usaba la palabra: hablo de Sonia Mendoza Díaz.
Parecerá verdad de Perogrullo, pero no sobra decir que Sonia es: mujer, hija, madre, esposa, abogada y política; nada extraordinario para una nación con más de 57 millones de mujeres, de las cuales casi el 50% tiene por lo menos un hijo, mientras que 20 millones somos económicamente activas, sin embargo, es absolutamente atípico en un país en donde el liderazgo femenino aún necesita de la ‘aprobación’ de los hombres: tan solo el 5 % de las empresas ejecutivas están dirigidas por mujeres, nuestros salarios por trabajo igual respecto de ellos oscilan entre el 10 y el 30 % menos, y en el ámbito político, fue necesario implementar acciones afirmativas, conocidas como “cuotas de género” para provocar un incremento de apenas el 27 % de mujeres en los parlamentos, sorteando desde luego, el posmachismo de “las Juanitas”. Y en ese sotavento camina Sonia.
Desde mi postura ciudadana, observé a Sonia Mendoza formar parte de la histórica legislatura local con el mayor número de diputadas hasta ahora registrada en nuestro estado; ahí la vi apoderarse de la tribuna para defender y aprobar, por ejemplo, la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia: herramienta jurídica indispensable en una entidad como la nuestra, en donde 7 de cada 10 mujeres hemos vivido algún tipo violencia, y donde ésta representa la cuarta causa de muerte de las mujeres potosinas; la vi impulsar la Ley de Igualdad entre Mujeres y Hombres, la Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública. En el Senado la vi impulsar reformas constitucionales de gran calado, como la de Paridad de Género, de Educación y Rendición de Cuentas. En resumen, la vi hacer siempre su trabajo y hacerlo bien, pero a diferencia de sus compañeras legisladoras (locales), Sonia es la única que no se desdibujó en la ruta hacia la cúspide… Ahora entiendo por qué.
“Los días en la vida de la candidata comienzan de madrugada, con campaña o sin ella”, dice su equipo de trabajo. Su agenda empieza cuando mucha gente sigue dormida: me consta.
Sigmund Freud describió que la forma más natural de fincar seguridad y sana autoestima en las mujeres, es haber tejido una estrecha relación con nuestro padre durante la más tierna infancia. Desde esa perspectiva, en Sonia se explican muchas cosas.
Sonia Mendoza viaja como copilota pero lleva los controles del trayecto. El playlist del día, lo empieza con “Un héroe como tú” versión ópera. La inspira para hablar de su papá y de feminismo: “En mi casa no había diferencias entre mis hermanos y yo… Mi papá nos enseñó a cocinar, a limpiar la casa y a trabajar por igual; le decía a los hombres que nosotras no teníamos por qué servirles, que lo hicieran ellos mismos…” Esa es la razón por la cual considera que lo importante es impulsar a los hombres y a las mujeres al mismo compás; generar condiciones de equidad que no distingan a un sexo del otro. No fue educada en condiciones desiguales, por eso comprende que su contienda no es de género.
“Mi papá me enseñó que sí se puede; él y yo siempre discutíamos porque somos de carácter fuerte, pero confiaba en mí y me retaba: ¿puedes o no puedes? porque yo sí puedo hacerlo... Solo me quedaba poder, y siempre se lo demostraba” Así construyó Sonia su ruta hacia el éxito. Cada vez que tiene un desafío de frente se pregunta a sí misma si puede o no, y siempre elige poder. Así edificó también su autoestima, por eso los insultos y las descalificaciones no la tocan ni la alcanzan; si sus adversarios supieran que ríe hasta carcajearse, no se desgastarían en eso: “Yo no tengo traumas” –dice- ¡y cómo va a tenerlos si creció sin ellos!
Disciplinada: revisa la agenda, corrige sus discursos del día, aprovecha las zonas de ‘territorio Telcel’ para leer y contestar todos los mensajes que le envían a través de sus redes sociales; es la única despierta durante el viaje, observa la carretera, y regresa a sus notas. La primera escala es para desayunar, el tiempo apremia pero se detiene a saludar comensales, uno por uno, mano por mano, les dice: “…Soy Sonia Mendoza, voten por mí” y les obsequia un calendario de bolsillo; las miradas atónitas que descubren la identidad entre la foto del calendario y el rostro cuya mano estrechan, merecen la pena el retraso. La sencillez es su sello.
A punto de llegar al sitio del evento, se alcanza a ver el azul de las banderas hondeando; Sonia aplaude como una niña al pie del árbol de Navidad -“siento aquí la emoción”- mientras pone su mano en la boca del estómago. Desciende de la camioneta y se encuentra en un abrazo con Margarita Zavala. Ambas se pierden entre un interminable río de personas. Alguien presentó las credenciales de Sonia, pero bastó recordar su paso como delegada de la Secretaria de la Reforma Agraria para que el recinto retumbara en vítores que daban testimonio de su buen desempeño como funcionaria. En el trayecto de Tamuín a Ciudad Valles reflexiona con su equipo acerca de lo apasionante de estar viviendo una campaña más. Para Sonia el éxito no es ajeno pero no la deslumbra, por el contrario, la compromete; se angustia por la pobreza que encuentra a cada paso, y se preocupa por los testimonios que recoge en cada abrazo que le ofrecen.
En Ciudad Valles la esperaba una caravana de vehículos con todo el folklor de la región. Una vez más, Sonia dejó escapar en su expresión a la niña interior –divertida y expectante- como en parque de diversiones; la acompañaba Margarita Zavala, tomando fotografías con su celular de aquella caravana kilométrica que atravesaba el Boulevard México-Laredo de extremo a extremo. No recuerdo a un solo vehículo ajeno a la fiesta sin engomado de Sonia en esa ciudad, pero tampoco bicicleta sin banderas azules, ni carritos de comercios sin alguna insignia de “la jefa” –le dicen-.
Termina la agenda del día y Sonia se enfrenta de golpe con el altísimo costo de ser una Mujer que Camina –como escribió Alejandro Filio-, romper paradigmas y empujar con el puño “el techo de cristal”, la confronta con su proyecto de maternidad: llama a sus hijas y se entera que han salido de viaje sin ella y que al volver a casa no estarán para abrazarlas. Sonia educa con el ejemplo porque fue criada de la misma forma: la autonomía no se hereda, se aprende.
Son las 5:00 de la mañana. Sonia y su equipo de trabajo arriban a casa, luego de 24 horas del inicio de esta jornada. A las 8:00 debe comenzar la agenda de las próximas 24, así construye el camino hacia la meta. Cuando despierte llevará en sus hombros la responsabilidad de haber sembrado un día más de esperanza; cargará el peso de la confianza de las mujeres y los hombres que vemos en ella la entereza que ha faltado para San Luis Potosí; será la depositaria del último aliento de credibilidad social en el gobierno: las mujeres.
Me preguntan siempre por qué creo en Sonia Mendoza; solía contestar que por sororidad y congruencia. Ahora tengo más fundamentos, creo en ella porque su modelo de éxito tiene los cimientos más profundos, más sólidos y más irreductibles: su familia. Creo también en Sonia, porque ante la disyuntiva de poder o no poder, siempre elegirá la primera.
Carmen Fabiola Rivera Rojas.
E-mail: fabiola.rivera@gmail.com
Twitter: @Fabiola_Rivera
Bienvenido a
Mujeres Construyendo
info@mujeresconstruyendo.com
© 2024 Creada por Mujeres Construyendo. Con tecnología de
Insignias | Informar un problema | Política de privacidad | Términos de servicio
¡Tienes que ser miembro de Mujeres Construyendo para agregar comentarios!
Únete a Mujeres Construyendo