En situaciones de crisis lo usual es reaccionar, cuando lo que deberíamos hacer es actuar. Ayer estaba en las oficinas de uno de mis clientes cuando se dio la noticia de que se cancela el proyecto del aeropuerto. Mis clientes son financieros y al escuchar la noticia la cara de cada uno de ellos era de terror, angustia, mortificación. La bolsa empezó a caer y el tipo de cambio empezó a subir.
Habiendo estado 18 años en el medio financiero, conozco perfectamente esa sensación de incertidumbre, de frustración y de impotencia. Ya fuera del medio, reconozco que pude haber actuado de diferente forma antes situaciones que estaban fuera de mi alcance.
Según Steven Covey en “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”, la diferencia entre influir en otros y no hacerlo está en reaccionar o ser pro-activos. Hay personas que reaccionamos ante situaciones que no están a nuestro alcance. Entre ellas, por ejemplo, frente a lo que anunció el próximo presidente electo. Estas reacciones pueden ser frustrarnos, ponernos de capa caída y hacernos adelantarnos a la posibilidad de lo peor que puede pasar. Con esto, lo único que logramos es disminuir el nivel de influencia que tenemos no solo en otros sino en nuestra propia mente. Esto define cómo enfrentamos los retos.
Por el contrario, podemos tomar esta situación para ser pro-activos. Preguntarnos, “¿Qué podría hacer yo en una situación que está fuera de mi control?” “Qué no depende de mí? “¿Qué cosas muy probablemente no cambien en el corto plazo?” Si pensamos de forma positiva, por ejemplo: ¿Dónde está la oportunidad en la que podemos (por ejemplo, en el caso de mis clientes) hacernos presentes con soluciones alternativas a sus inversiones? ¿Cómo podemos demostrarles que nos preocupan y que estamos presentes para poder encontrar le mejor forma de proteger su patrimonio?
Quizá alguno de mis lectores tenga una mejor propuesta. Pueden tener alternativas a qué haríamos en situaciones de crisis e incertidumbre que no están en nuestro control y que nos apoyen a no solo mantenernos sino salir a flote con éxito.
Quizá muchos me dirán: “Se dice fácil, pero esto es algo sensible y delicado”. Mi pregunta es la siguiente: ¿Frustrame y agobiarme lo resuelve? ¿Está en mis manos cambiarlo? Si la respuesta a cualquiera de las anteriores es negativa, ¿cómo hago entonces para que un momento difícil se torne a mi favor? ¡Claro que no es fácil! Sin embargo, tu mente es clara y se enfoca hacia el “Cómo”, algo se te puede ocurrir. Si te esfuerzas en cultivar un mindset de crecimiento, quizá encuentres entonces formas innovadoras de enfrentar el reto.
El estado de ánimo influye en gran proporción en tus acciones. Moldea tus pensamientos y cómo otros te ven. Si no logras transmitir claridad, tranquilidad y mente ocupada a quien te rodea, ya sea cliente, colega o jefes, tu nivel de influencia disminuirá. Por ende, tus resultados también. Aun cuando no es fácil, son aquellas personas que logran estirar su pensamiento y cultivar un mindset de crecimiento los que logran ampliar su nivel de influencia y logran conseguir lo que se proponen.
Busca y ocúpate en encontrar soluciones en momentos de dificultad. Evita caer dentro de la caja que nuble tu pensamiento (mindset fijo) y que no solo no resuelve, sino que afecta tu salud y cómo otros te ven.
Los grandes estrategas en la época romana (si no has leído Africanus, te lo recomiendo), hacían justamente esto. Al verse rodeados dentro de una fortaleza donde parecía que tenían la batalla perdida, el pensar con claridad y apoyándose en otros les permitía salir airosos y con éxito. Detente unos minutos a pensar: ¿Qué es mejor? ¿Estresarte y tirar la toalla, o buscar la oportunidad de cómo salir victorioso?
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