¿En qué momento los ciclos naturales de la vida de una mujer se convirtieron en causa de violencia, discriminación y vergüenza?

Las palabras construyen  y destruyen realidades.

La menstruación resulta tan vergonzosa en la vida de las niñas y las mujeres que se le dice de otra manera: “Llegó doña Inés, la que viene cada mes”, “Está en sus días”, “Pobrecita, ya le bajó”.

Hay que aplaudir que haya países como Escocia, en el que se determinó que los productos higiénicos femeninos se entregasen a sus usuarias de manera gratuita. En México, las toallas femeninas, tampones y copas menstruales podrían tener tasa cero de IVA en el 2022 después de un largo debate sobre la Ley de menstruación digna.

Para  las jóvenes en la pubertad, la menstruación es una de las principales causas de ausentismo, sobre todo en los países de bajos ingresos. De sobra está decir el costo que esto tiene para ellas en términos personales, emocionales y educativos. Además de esto hay que destacar que la menstruación no debería ser la carga financiera que hoy en día es.

En muy pocos países se considera la menopausia como una etapa en la que hay derechos laborales que preservar y proteger. Uno de ellos es el Reino Unido en donde las leyes están previendo la discriminación directa e indirecta que viven las mujeres que están en esta etapa de su vida. En el país los juicios laborales vinculados a la menopausia que se atienden en los tribunales se han triplicado los últimos años. ¿La razón? La incapacidad de las empresas empleadoras para evitar la discriminación, prejuicios y acoso laboral a mujeres que están en ese ciclo  y que no consideran los síntomas y sus efectos entre sus trabajadoras.

En la recomendación 24 de la CEDAW, respecto al artículo 12 de la Convención que ser refiere a las mujeres y la salud, se hace referencia al derecho de las mujeres a gozar una buena salud y a vivir en condiciones que les permitan recibir atención médica de calidad y no ser discriminadas, entre otras cosas.

No podemos omitir la discriminación por edad, que se suma a esta realidad.

Si queremos hacer un cambio de fondo, debemos empezar por construir una narrativa diferente, consciente e integral sobre los ciclos de vida de las mujeres. Se trata de validar nuestras trayectorias no lineales y de reconocer y valorar los diferentes ciclos que vivimos a lo largo de la vida. Esto implica nombrar las cosas por su nombre, educar y educarnos en las particularidades de cada caso y enseñar a niñas y niños, mujeres y hombres jóvenes y adultos el valor de cada etapa y dejar de naturalizar las bromas que se hacen sobre estos procesos.

Ser menopaúsica debería ser un privilegio porque es sinónimo de que se ha vivido y hay experiencia acumulada, además de que simboliza el inicio de una nueva etapa de creación y reinvención. En las culturas ancestrales las mujeres en este momento eran consideradas  mujeres sabias.

Empezar con la menstruación debería ser un acto simbólico y amoroso para las mujeres jóvenes porque implica iniciar un ciclo nuevo en su etapa vital lleno de posibilidades y que no debería ir acompañado de vergüenza, tabúes, miedos, amenazas y burlas.

Es un asunto que nos impacta de manera directa a las mujeres, pero que afecta a la sociedad en su conjunto porque siguen siendo hombres quienes deciden sobre cuestiones básicas en la salud de las mujeres tanto en términos de políticas públicas como en el ámbito empresarial y si no ponemos este tema sobre la mesa, la discriminación, el ausentismo, la violencia velada y la vulneración de los derechos de las mujeres en materia de salud y una vida digna seguirán siendo una constante.

Si se van a tomar decisiones que afectan la vida y salud de las mujeres, ellas deben estar sentadas en la mesa de discusión.

Publicado originalmente en Animal Político el 30 de septiembre 

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