Por Claudia Castro
Y de repente sentí su boquita junto a mi mejilla en lo que fue el primer beso que Mateo daba a su mamá.
Por supuesto cualquier persona que hubiera presenciado la escena hubiera pensado que eso más que un beso era un gesto lleno de babas, pero para mí –como seguramente lo ven las mamás cursilonas como yo- ese realmente fue el auténtico beso de mi “príncipe azul”.
Fue un momento, cuestión de segundos, que simplemente ¡me deshizo!
Me dejó sin palabras, quería brincar de emoción como aquella primera vez que me dijo “mamá”, o cuando lo vi dar sus primeros pasos, o la primera vez que me miró, la primera vez que agarró su mamila por sí solo, o la primera vez que comió papillas, la primera vez que escuché su risa… en fin, tantas primeras veces.
Y todas esas primeras veces, han sido mis primeras veces también.
Ese beso que me dio Mateo fue un gesto de amor hacia alguien que ha hecho hasta lo imposible por ser una buena mamá en estos casi 19 meses, con todo y mis miedos, como cuando me lo llevaron en el hospital a que lo conociera y lo cargué por primera vez; o mis angustias como la vez que salí de viaje de trabajo y tuvo que quedarse al cuidado del abuelo, e incluso con mis alegrías con cada logro que ha alcanzado producto de su propio desarrollo.
Recuerdo que cuando estaba embarazada, una prima me dijo que me consintiera y me dejara consentir todo lo que pudiera porque una vez que naciera el bebé, “ni quien se acordara de la mamá”, y sí, resultó tan cierto.
Evidentemente eso pasa también porque las mamás somos las primeras que no nos reconocemos absolutamente nada a nosotras mismas.
Nos quedamos esperando que el esposo nos diga, te admiro porque eres una mamá que bla, bla, bla… Digo, está padre si lo hacen y nos reconocen, pero ¿Y si no lo hace?... O como en mi caso, a veces pienso que ya cuando Mateo hable, un día llegue y me diga, ¡Eres la mejor mamá del mundo! Pero, y si pasan 10, 15, 30 años y ¡¡¿no lo hace?!!
Todo lo que he vivido con mi hijo me ha sorprendido. Verlo ahora caminar y gritar después de haberlo traído en mi panza 9 meses, no deja de maravillarme, y desde el día en que supe que sería mamá, hasta hoy, he estado involucrada con él todo el tiempo. Como nadie más.
Así que me asombro de él y me asombro de mí misma. Hasta antes de ser mamá no imaginaba todo lo que era capaz de hacer. Si lo hubiera sabido, a lo mejor no hubiera tenido tantos miedos, o quizá más… ¡No lo sé!
Lo que sí creo es que a veces como mamás nos ponemos estándares muy altos de lo que queremos ser y hacer, pero pocas veces caemos en cuenta que ellos no buscan mamás perfectas y nosotras deberíamos entender que no vamos a tener hijos perfectos.
Ellos nos quieren a nosotras, así, como somos. Con nuestras hormonas vueltas locas y esa sensibilidad que deja salir una lágrima cuando los dejamos para ir a trabajar.
Valoremos lo que hacemos todos los días por nuestros hijos, lo que hemos aprendido y ese amor inigualable que hemos sentido a su lado.
Verán que podemos sentirnos contentas y satisfechas, y cuando dejamos ese estrés del pisa y corre de cada día y nos soltamos a disfrutar de las pequeñas cosas, entonces tienes un hijo que te muestra su amor con un beso y te reconoce y valora como su mamá.
Las invito a visitar nuestro blog www.charlasdemamas.com y a animarse a contar sus historias.
Comentario
Renata, muchas gracias, qué emoción leerte!!! Pues cuando quieras puedes compartir tu historia de mamá en nuestra página www.charlasdemamas.com, será un placer leerte. ¡Abrazo!
Gracias Mariangel, los hijos siempre son una recompensa en sí misma... ¡Saludos!
Claudia, ni más qué decirte: disfrútalo muchísimo porque crecen bien rápido. Me recordaste a mi misma hace cinco lustros: toda emocionada, maravillada como niña en navidad. Inexperta, llena de dudas, buenas intenciones, proyectos pedagógicos, etc. Bienviene cada día las novedades... no te vas a aburrir y algún día Mateo se dará cuenta de que su madre es coyote de distinta loma (así dice mi padre, pues!)! Te mando un abrazote.
Si dan reconocimientos, solo que muchas veces no como los esperaríamos, a veces vienen envueltos en miradas y también son perfectos como los besos. Felices pasos!
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