Como habrás observado, y con la pandemia quizá con mayor atención, las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) se encuentra por doquier. Uno de esos campos es el bancario, que ofrece productos y servicios, vía telefónica o por Internet (banca electrónica), con el fin de acercar éstos a las personas y ahorrarles tiempo.

No obstante, para sacar provecho de ellas en este sector, prácticamente resulta obligado tener un teléfono móvil con conexión a la red, para generar claves de acceso o enviar alertas de seguridad, cuyo costo no es menor y su uso requiere cierto grado de alfabetización digital.

Asimismo, para acreditar la identidad de sus clientes, las instituciones bancarias han implementado tecnologías basadas en datos biométricos, como las huellas dactilares o la voz. Estos componentes se están convirtiendo en el único mecanismo para que los titulares de las cuentas puedan disponer de éstas.

Las TIC deben facilitar el ejercicio de derechos, y no restringirlos. Su concepción debería partir de un enfoque de inclusión universal. No obstante, en la realidad, se han presentado situaciones de exclusión en su aplicación, por condiciones de pobreza, edad, discapacidad, lengua; o bien, por falta de infraestructura o conectividad.

Hablando de integración social, y a propósito del pasado 28 de agosto, Día Nacional de las Personas Adultas Mayores, este grupo poblacional no puede estar ni seguir ajeno a los beneficios que brindan las TIC para su desarrollo; menos aún cuando las sociedades actuales están transitando a procesos de envejecimiento demográfico.

En México, la población de más de 60 años ha ido en aumento, pasando de 9.1% en 2010 a 12% en 2020, a diferencia de la menor de 17 años que ha disminuido de 35.4% a 30.4% en esos mismos años. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 del INEGI, de 126 millones 14 mil 24 personas en nuestro país, 15 millones 142 mil 976 son adultas mayores.

Según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH) 2020, las personas de 55 años y más fueron las que menos utilizaron Internet (10.4%) y la computadora (8.2%). No obstante, son el tercer conjunto etario que más aprovecha la telefonía celular (16%), superado por quienes están en los grupos de edad de 25 a 34 (19%) y de 35 a 44 años (17.4%).

Sumado a la brecha digital de la población adulta mayor y a la discriminación que padece, debemos prestar atención y atender los retos que enfrenta en su inmersión a las TIC, en su privacidad, y por la falta de representación de sus perspectivas en su diseño.

Por citar un ejemplo de exclusión digital a la que se enfrentan estas personas al no considerarse sus necesidades, que he experimentado en mi propia familia y he conocido por historias cercanas, ha sido justamente en el ámbito bancario.

Al pasar el tiempo, las huellas de nuestros dedos se vuelven menos legibles. Esta situación provoca que los sistemas de verificación que usan este dato biométrico para permitir el acceso a quienes son clientes de bancos a sus cuentas, no reconozcan su identidad; lo que ha impedido que dispongan de sus recursos, al no permitirse otro medio de autenticación, ni siquiera acudiendo físicamente con documentos oficiales, nulificando sus derechos cuando debería validarse una vía alternativa.

El escritor Tom Clancy sostenía que la tecnología era sólo una herramienta y que la gente la usa para mejorar su vida. Los avances digitales no deben generar barreras; por el contrario, deben contribuir a romper límites. Por eso, para el caso de las personas adultas mayores, las TIC no conocen de edad, y deben constituirse en un medio de inclusión que potencien sus oportunidades y derechos.

Fuente:

"Las TIC no conocen de edad", Columna Brújula de Ideas, Voces México, 07 de septiembre de 2021, disponible en: https://vocesmexico.com/opinion/las-tic-no-conocen-de-edad/

Youtube:https://www.youtube.com/watch?v=N7Cz3d6XvLw&ab_channel=VocesM%C...