Dedicado a las participantes del Tercer Encuentro de Rectoras.
Igualdad/Caminos para la construcción de paz.
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Cuando hablamos de paz, normalmente pensamos en las negociaciones que tienen lugar después de un conflicto bélico o una guerra interna, y los referentes suelen ser Kant, Hobbes, Spinoza.
Hay otra manera de definir y visualizar la paz y es la mirada que aportan las feministas a esta realidad. Las mujeres hasta hace no muchos años han empezado a participar en los procesos de paz y se dice que cuando ellas participan las posibilidades de que sea más duradera aumenta en un 35 %. Es “curiosa” esta gran omisión histórica cuando el cuerpo de las mujeres ha sido considerado y tratado como parte del campo de batalla en guerras que ellas no han provocado.
Teóricas como Cynthia Cockburn señalaron que la paz no se trata solo de añadir mujeres a la mesa de negociación, sino de desmantelar las estructuras patriarcales que perpetúan la violencia. Para ella el militarismo y las guerras son una extensión de la masculinidad hegemónica y sin un cambio profundo en esas estructuras, la paz nunca será verdaderamente duradera.
Betty Reardon, una de las pioneras en la educación para la paz, argumentaba que la paz solo puede existir cuando hay justicia de género y respeto por los derechos humanos. Fue una impulsora del cambio interno de las personas como inicio de la transformación. “La defensa de los cambios en nosotras/os mismas/os y en el conjunto de nuestras relaciones sigue siendo la esencia de la Educación para la Paz contemporánea. La conciencia de nosotras/os mismas/os es una capacidad que sirve en todos los aspectos de nuestras vidas; es esencial para aquellas/os que buscan transformar nuestro propio pensamiento, nuestras visiones del mundo, nuestros marcos de referencia, ya que afectan a todos los aspectos de nuestras vidas personales, sociales y políticas”.
Carol Cohn, por su parte, nos invita a repensar la seguridad desde una perspectiva de género. Para Cohn, la seguridad feminista no solo se centra en los intereses del Estado, sino en la vida y los cuerpos de las mujeres, que históricamente han sido ignorados en los debates sobre paz y seguridad.
En un mundo hiperconectado no podemos hablar de la construcción de la paz sin abordar el impacto de la tecnología. El tecnofeminismo, como señala Judy Wajcman, desafía la noción de que la tecnología es neutral. Las tecnologías actuales han sido diseñadas dentro de estructuras patriarcales que perpetúan desigualdades, pero también ofrecen un potencial transformador cuando esto se comprende y se toman las decisiones necesarias.
El tecnofeminismo aboga por el uso de la tecnología como una herramienta de igualdad y empoderamiento y no como un espacio de exclusión y violencia. Esto tanto para los espacio digitales como para su uso como herramienta. En plataformas digitales, hemos visto cómo las mujeres enfrentan acoso, abuso y violencia, pero estas mismas plataformas pueden ser un espacio de diálogo y construcción de una paz más incluyente si se transforman desde una perspectiva de género.
¿Podemos imaginar una paz donde la tecnología se utilice para cerrar las brechas de género y construir puentes en lugar de perpetuar las desigualdades?
El ecofeminismo ofrece otra perspectiva sobre la paz. Como bien señala Sylvia Walby, no puede haber paz si no se considera la interseccionalidad de los diferentes sistemas de desigualdad. El ecofeminismo extiende esta visión, argumentando que la paz debe ser holística, abarcando no solo a los humanos, sino también a los animales y al planeta. El patriarcado, que históricamente ha explotado a las mujeres, también ha hecho lo mismo con la naturaleza y los seres más vulnerables, como los animales y de manera particular a las hembras de todas las especies. Desde esta perspectiva, la paz no solo es un acuerdo entre seres humanos, sino un estado de equilibrio y respeto hacia todas las formas de vida.
¿Cómo podemos construir una paz sostenible si seguimos explotando a las formas más vulnerables de vida, tanto humanas como no humanas?
Para las feministas, la paz no es un sustantivo, no es un estado estático que se alcanza de una vez y para siempre. La paz es un proceso continuo de transformación social que requiere justicia, igualdad e inclusión. Es un camino en el que debemos involucrar a las mujeres y a los grupos en situación de marginalidad y vulnerabilidad si queremos que sea duradero.
¿Qué tipo de paz estamos enseñando en las universidades, en la sociedad, en los medios, en las familias, en las escuelas? ¿Estamos educando a las futuras generaciones para que perpetúen la paz de quienes hacen la guerra o para que construyan una paz que represente a todas las personas, sin importar su género, clase o especie?
El mundo necesita hoy que pensemos la realidad y sus posibles soluciones desde distintas perspectivas. La paz también. No podemos seguir hablando de paz sólo desde la perspectiva de quienes han declarado las guerras y han llevado las armas. Necesitamos una paz construida desde la educación, los feminismos y que considere al 50 % de la población del planeta y a los demás seres que viven en él. Urge una paz que cuestione las estructuras patriarcales y que incluya a todas las voces, especialmente las de las mujeres y todas las realidades.
¿Estamos dispuestas y dispuestos a construir una paz que no excluya a nadie y que tenga en cuenta la justicia social, ambiental y tecnológica?
Un debate así plantea muchas preguntas e infinidad de respuestas. Un debate así requiere de diálogo. Un debate así requiere de libertad para poder expresar las diferencias y de un contexto democrático, respetuoso, plural, abierto, diverso e incluyente.
Publicado originalmente en Animal Políticoel 17 de septiembre.
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