Queridas blogueras o compañeras de comunidad , al llegar a los 50 años busque algo mas que hacer que estar en casa cuidando a mi esposo e hijas, he tomado algunos cursos, que en cierto sentido pudieran llevarme a sentirme mas plena y satisfecha, ahora a los 55 años llegue a la siguiente conclusión
He observado que, en cierto sentido, la felicidad es una gran paradoja. Aunque la palabra “felicidad” puede hacer que uno piense en condiciones agradables, la felicidad realmente puede crecer en cualquier terreno, vivir bajo cualesquier condiciones, desafiar cualquier ambiente.
La felicidad no depende tanto de lo que tenemos como de lo que somos. Eso explica por qué muchos de los que llevan una vida de lujo no son personas especialmente felices, mientras que algunos que tienen relativamente poco y que su vida es bastante sencilla sí hallan felicidad.
Además, tal vez ustedes haya conocido a algunas personas hospitalizadas o que padecen de alguna inhabilidad, pero que tienen una disposición alegre, un modo de siempre ver a las cosas su lado bueno, alegre. Por supuesto que no les agrada estar enfermas o ser personas impedidas y quisieran que la situación suya fuera diferente. Sin embargo, hallan razón para sentirse felices en la vida.
La felicidad no es algo en pos de lo cual debamos ir principalmente. No viene por medio de hacer de ella un fin en sí mismo, sino que es un derivado o una consecuencia que proviene de vivir nosotros ante Dios desplegando Sus cualidades y portándonos de la manera que él quiere que lo hagamos. Es un fruto del amor y del servicio. La felicidad se ha comparado con una mariposa. Si corremos en pos de ella con gran entusiasmo y nos esforzamos por prenderla, siempre se nos escapará. Cuando la despedimos de la mente y seguimos adelante tranquilamente en conformidad con la voluntad de Dios, esa “mariposa” viene y se posa sobre nuestro hombro
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