La conceptualización de lo que es una mujer y un hombre no es estática en el tiempo, no se puede definir sólo por características físico-biológicas, ya que éstas incluso suelen relacionarse a imaginarios procedentes una ideología socialmente compartida y definida por estructuras hegemónicas socioculturales, que no corresponden de manera directa a lo que son órganos fisiológicos y su funcionamiento.
A manera de ejemplo de lo antes expuesto, podemos retomar el siguiente referente de cultura popular que es contado a manera de chiste; en un hospital nacen tres bebes, quienes al despertar miran rápidamente por debajo de las sabanas que cubren la parte inferior de sus cuerpos; el primero observa la parte de su cuerpo cubierto por las sabanas y comparte a los otros dos que es un niño, el segundo repitiendo la misma operación anunciando ser una niña, por su parte el último de ellos, con cara de angustiada comparte con los demás su problema de no saber qué es, la razón de ello es que le han puesto unos zapatitos amarillos.
Para algunos el ejemplo, es solamente gracioso, pero nadie lo relaciona con estructuras que hemos adoptado y tienen relación directa con la forma en cómo vemos y conceptualizamos el sexo, el género, el ser hombre y el ser mujer. Si reflexionamos el chiste deberíamos de preguntarnos ¿Por qué resultan ser un problema los zapatitos amarillos?, ¿Qué fue lo que les indicó a los otros bebes ser niño o niña? ¿Por qué ciertos colores tienen una etiqueta implícita de hombre o mujer y nos es natural saberlo? ¿Quién lo estableció así y por qué no podría ser de manera diferente?
La tendencia asociar un color determinado a los zapatitos de la niña y niño, nos es obvia y natural, pero no hay nada de inocente en ello y en la forma en cómo esto, junto con muchos otros imaginarios sociales, nos son “naturalmente” impuestos y convencionalizados socialmente de manera incluso transcultural, de tal forma, que poco nos detenemos a reflexionarlos. Estos imaginarios toman formas muy determinantes en la manera en cómo miramos a los otros e incluso en cómo nos construimos a nosotros mismos, como hombres y mujeres.
Como señala Charles Mill (1961) en su libro la imaginación sociológica, todos los seres humanos en su vida cotidiana y en las cosas más simples se encuentran inmersos en estructuras que no les son del todo propias, las cuales, aún sin sentirlas los ciñen para la mayoría de sus acciones, así mismo, determinar en gran parte como vivimos y experimentamos nuestra existencia.
Nuria Varela (2008) aborda como el feminismo ha transcurrido diferentes etapas históricas, lo que nos deja ver como al principio la mujer era una adición al hombre, no era necesario siquiera nombrarlas o si se les nombraba era para puntualizar el lugar secundario que ellas significaban en la sociedad, en este punto de la historia el concepto de mujer o hombre era imaginaria y significativamente distante a los que podemos pensar hoy en día.
La conceptualización de mujer y del hombre son entonces víctimas de la estructura social que en determinado periodo histórico impera a través de los discursos culturalmente convencionalizados, que sufren de imaginarios y roles impuestos por la sociedad en la que se vive y que dictamina en parte sus acciones. El reto de nuestro tiempo es ubicar cómo nos denota la cultura social qué es lo que debe ser y hacer un hombre y una mujer, y comprender que estas son solo opciones de vida.
Bibliografía
Mills, C. (1961) La imaginación sociológica. México, FCE
Varela, N. (2008) Feminismo para principiantes. Recuperado de: http://www.cch.unam.mx/formacion/sites/www.cch.unam.mx.formacion/fi...
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