Yo digo y tú escuchas, pero ¿en realidad digo?, ¿en realidad escuchas?. Suelo escuchar mirando a las personas o mirando el horizonte. Suelo estar atento a sus palabras o me parece más relevante ver el paisaje o la televisión. Suelo parafrasear sus palabras dichas o me quedo en silencio.

Resulta difícil escuchar y hablar al mismo tiempo. Hay personas que tienen tanto que decir, que parece que no les queda tiempo para escuchar o suelen interrumpir a los demás completando sus ideas.

La escucha activa es un proceso que todos  quisiéramos experimentar reiteradamente. Los seres humanos estamos deseosos de que nos comprendan.  Al exponer  nuestras inquietudes, nuestros miedos, nuestros sueños. Incluso cuando hacemos peticiones a  los demás.

¿Pero cómo ser escuchados si nosotros no sabemos escuchar? Escuchar no es solamente oír. Es escuchar las palabras que se dicen y las que se omiten. Es escuchar la inquietud e intención que trae el mensaje, el hablar no es inocente. Es también escuchar el estado de ánimo desde el cual se habla y las emociones que están en juego. Es escuchar las posibilidades que se abren al escuchar lo que se dice. Es escuchar la historia personal desde donde lo expresa, incluso, escuchar el peso social y cultural  que conlleva el mensaje. Escuchar es también ser persuadido por el contexto y el lenguaje corporal que la persona expresa. Escuchar implica poner nuestros cinco sentidos a trabajar, nuestra intuición a despertar y nuestro corazón a empatizar. Escuchar es una práctica que se relaciona estrechamente con la ATENCIÓN.

Y modo de reflexión, dejo abiertas algunas preguntas que Rafael Echevarría nos cuestiona en La Ontología del Lenguaje:

¿Generamos un ambiente de confianza para que el otro pueda hablar con la tranquilidad de que no será enjuiciado?

¿Nos encontramos a menudo yendo a nuestras conversaciones internas buscando respuestas? Si es así, estamos dejando de escuchar.

¿Nos mostramos presentes en la conversación, mirando y asintiendo cuando estamos de acuerdo, pidiendo que nos expliquen con más detalle si no comprendemos?

¿Escuchamos mostrando un claro interés o esperando nuestro turno para hablar?

¿Nos ponemos en el lugar del otro, mientras está contando algo personal o doloroso, para mirar la situación desde du punto de vista? O en vez de ello, ¿Escuchamos desde nuestra  experiencia buscando las ideas velozmente para responder al concluir?

¿Mientras estamos escuchando nos enganchamos con los mensajes, de manera que dejamos de escuchar? Cuando estamos enojados, asustados o molestos, a menudos se nos escapan partes importantes de lo que nos dicen.

¿Le permitimos al otro tener su propio punto de vista o lo criticamos o juzgamos en medio de la conversación?

 

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