Tengo muy presente en la memoria cuando tenía yo 8 años, un día le dije a mi mamá: “que lo levante la chacha”, ella abrió esos hermosos ojos que tenía y me dijo en un tono fuerte, dejando ver su molestia (o decepción) “¿qué dijiste?” y respondí que qué así les decía mi primo a las “muchachas que ayudaban en la casa”… enseguida recibí de mi mamá una de las enseñanzas más grandes en mi vida. Primero me dijo que no ayudaban, trabajaban igual que ella trabajaba e igual que lo haría yo cuando fuera adulta. Pero sobre todo, me dejó muy en claro que al decir “chacha” le estaba faltando al respeto a una persona que es igual a mí.
Siempre lo he dicho, tuve el gran privilegio de crecer en una familia incluyente y diversa porque la discriminación en nuestro país, no es cosa menor. El año pasado, por vez primera, el INEGI publicó los resultados de la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS), que permite reconocer la prevalencia de la discriminación a través de actitudes, prejuicios y opiniones hacia distintos grupos de la población discriminados por motivos étnicos, etarios, de orientación sexual, entre otros evidenciando que una de cada cinco personas ha sido discriminada en este país.
Cabe señalar que estas desafortunadas conductas con mayor frecuencia a los grupos que han sido históricamente vulnerables como los indígenas, las personas con discapacidad, las mujeres, los jóvenes y las trabajadoras domésticas. Los estados con mayor incidencia de ese problema son Puebla, Colima, Guerrero, Oaxaca y Morelia y analizando por género, 51% de las mujeres dijo haber sido discriminada por su apariencia, 32% por su religión, 30% por su sexo y 17% por su manera de hablar.
También se ha demostrado que el 91% de los trabadores o trabajadoras manuales son de tez morena frente a un 9% de personas de tez blanca; las personas en las gerencias, en cambio, son en su mayoría de piel clara; el 51% de las personas color canela en México tienen menos posibilidades de ser ricas que aquellas que llamamos “gueras”. Desafortunadamente vivimos en un país donde se ha normalizado el uso de metáforas machistas, racistas, homofóbicas y denigrantes, donde la línea entre la broma y la agresión no es clara.
Cabe señalar que si bien, el Estado tiene la obligación de erradicar el racismo, en lo coloquial, en el ámbito personal, privado, familiar y social. Por eso es tan difícil de combatir y modificar, más aún cuando la mayoría de los medios no están dispuestos a dejar de promoverlo.
Razón de más para celebrar el éxito de la protagonista de la película Roma. Por primera vez una mujer indígena, mexicana ha recibido una nominación a uno de los premios más deseados de la industria del cine.
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