Un año más para conmemorar este día, ¿será que me toque vivir un 8 de marzo en que al fin podamos decir “ya no hay un motivo más para levantar la voz, al fin hemos alcanzado la equidad”? Ojalá.

Hoy fluyen los ríos de datos y cifras que le pueden demostrar a cualquiera que se niegue a creerlo, que no, no hemos alcanzado la equidad. Que por más políticas públicas aún falta mucho por hacer. Quizá llegue un día que no sean necesarias las cuotas de género forzosas en partidos políticos simplemente porque las mujeres estemos plenamente representadas en todos los niveles de poder y toma de decisiones. A lo mejor un día, todas las mujeres podrán ganar lo mismo que un hombre si realizan la misma actividad profesional que ellos y contarán con prestaciones suficientes para sentirse tranquilas en su centro de trabajo sabiendo que sus hijo/as están bien atendid/as. Tal vez pronto nadie será capaz de poner en duda que vale la pena que una niña termine su educación básica y continúe sus estudios hasta donde sus sueños la quieran llevar.

La verdad a estas alturas, corresponde conmemorar una vez más lo que muchas han logrado, voltear atrás y ver que mujeres de generaciones previas podrían decir que estamos a kilómetros de distancia de lo que ellas padecieron y que ya casi lo logramos, pero creo que la vida, los años o  la madurez, me han hecho un poco amargada menos optimista que antes, veo que no es fácil, compruebo con tristeza que lo que más pesa es la falta de sororidad y de aspiraciones de muchas, ese encasillamiento en el “así es, así siempre ha sido, ¿por qué habría de cambiarlo yo?” como resultado de tanto que lo han visto y escuchado, como un proceso de resignación que a veces suena a conformismo por mera comodidad pero que mucho tiene que ver con ese taladreo de frases y actitudes misóginas que se van quedando poco a poco en el subconsciente.

Ojalá que si no me toca a mí, al menos le toque a mis alumnas, a todas esas generaciones que han pasado por mis manos, a la chica que me ayuda en casa y a sus parientes y, por supuesto, a mi hija, sobrinas y futuras nueras. Por todas ellas, creo que vale la pena que esta generación, la nuestra, la de mis tiempos, las que ya no somos “millennials” pero tampoco somos abuelas chapadas a la antigua rompamos esquemas, quitemos tabúes y demostremos que se puede y que vale la pena luchar por ello.

Si a alguien le falta inspiración y para no saturar con frías cifras, les dejo mejor este poema de una de mis autoras favoritas:

 

"Ocho de Marzo”

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres,
¡Qué poco es un solo día, hermanas,
qué poco, para que el mundo acumule flores frente a nuestras casas!
Desde la cuna donde nacimos hasta la tumba donde dormiremos
-toda la atropellada ruta de nuestras vidas-
deberían pavimentar de flores para celebrarnos
(que no nos hagan como a la Princesa Diana que no vio, ni oyó
las floridas avenidas postradas de pena de Londres)
Nosotras queremos ver y oler las flores.

Queremos flores de los que no se alegraron cuando nacimos hembras
en vez de machos,
Queremos flores de los que nos cortaron el clítoris
Y de los que nos vendaron los pies
Queremos flores de quienes no nos mandaron al colegio para que cuidáramos a los hermanos y ayudáramos en la cocina
Flores del que se metió en la cama de noche y nos tapó la boca para violarnos mientras nuestra madre dormía
Queremos flores del que nos pagó menos por el trabajo más pesado
Y del que nos despidió cuando se dio cuenta que estábamos embarazadas
Queremos flores del que nos condenó a muerte forzándonos a parir
a riesgo de nuestras vidas
Queremos flores del que se protege del mal pensamiento
obligándonos al velo y a cubrirnos el cuerpo
Del que nos prohíbe salir a la calle sin un hombre que nos escolte
Queremos flores de los que nos quemaron por brujas
Y nos encerraron por locas
Flores del que nos pega, del que se emborracha
Del que se bebe irredento el pago de la comida del mes
Queremos flores de las que intrigan y levantan falsos
Flores de las que se ensañan contra sus hijas, sus madres y sus nueras
Y albergan ponzoña en su corazón para las de su mismo género

Tantas flores serían necesarias para secar los húmedos pantanos
donde el agua de nuestros ojos se hace lodo;
arenas movedizas tragándonos y escupiéndonos,
de las que tenaces, una a una, tendremos que surgir.

Amanece con pelo largo el día curvo de las mujeres.

Queremos flores hoy. Cuánto nos corresponde.
El jardín del que nos expulsaron. 

Gioconda Belli

 

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