Hay miles de cosas que nos pueden causar dolor y si hablamos de dolor físico, vamos a visitar al médico para que nos diagnostique (quiero pensar que todas lo estamos haciendo) entonces él se pone a analizar los hechos como todo un investigador privado y nos da sus conclusiones, seguimos la receta… ¡Y ya está! Curadas del malestar y en perfecta forma para seguir con nuestra vida. ¿Y todo gracias a qué? A que el dolor nos dijo que algo andaba mal y no dejó que las cosas se complicaran. Gracias al dolor, el médico pudo identificar donde estaba el problema a solucionar y ayudarnos a sanarlo. ¿Alguna vez le has dado las gracias a tu dolor por salvarte la vida tantas veces? Obvio no. Te apuesto que algunas de tus expresiones son “Este maldito dolor” “Méndigo dolor”. Todo porque no somos conscientes de que es un aviso que nos mantiene vivas.
Lo mismo pasa cuando es un dolor emocional (que también puede ser detonante de dolores físicos). Nos está informando que hay algo mal, que hay algo que sanar y que si no lo resolvemos pronto las consecuencias serán más graves; pero lo que comúnmente hacemos es huir, evadir, olvidar ese dolor, o bien hacernos las victimas ya que pensamos que no hay solución. Nos da tanto miedo sentir dolor que pensamos que el ignorarlo lo va a calmar, pero en realidad lo hace más grande, la sola palabra “dolor” ya nos causa conflicto. Sin embargo se nos olvida que está ahí para ayudarnos, para mantenernos vivos.
El dolor es inevitable, es cierto. Cuando las cosas van mal, lo peor que podemos hacer es contener esas emociones, negarlas y suprimir ese dolor. Al momento que aceptamos ese dolor podemos llegar al porque de ese sentimiento y tenemos en nuestras manos una gran oportunidad de aprender y crecer.
Justo ayer veía la película de Divergente (por enésima vez) y en esta ocasión le di una interpretación diferente: el divergente “huye” de cierto modo al miedo que se le presenta, le da la vuelta, no lo confronta; el osado entiende el miedo, lo asimila y lo encara, conoce tan bien su miedo y el dolor que este representa que descubre herramientas para salir sano y salvo de esa situación, aunque sea su mayor reto emocional. Así lo concluyo el día de hoy, me gustaría saber si estás de acuerdo.
Entonces la moraleja de todo esto es: Sí, vamos a sentir miedo, dolor pero si huimos de él seremos sus rehenes cada vez que este aparezca, porque “la voz de nuestro inconsciente puede ser sutil pero no descansa hasta ser oída” diría Sigmund Freud. Así que nos va a sabotear cada vez que pueda, cada vez que lo neguemos, cada vez que evitemos confrontar.
Hoy yo tengo que aprender del dolor que siento. Yo le doy la bienvenida a mi dolor, porque sé que está para cuidarme, porque sé que tengo una lección que aprender, y le agradezco que este conmigo y me ayude a ser más autoconsciente. Quiero llegar al fondo, al por qué; ser como un investigador privado de mi alma e identificar donde está el daño. Sé que me puedo enfrentar a mis mas grandes miedo, pero sé que si aprendo de ellos tendré más herramientas a lo largo de mi vida. Hoy hare las paces con mi dolor.
Así que, cuando algo te duela, te invito a ser “osada”, entender tu dolor y buscar herramientas para saber cuál es el mensaje que te quiere dar. Porque como dice el que fuera mi mentor, Cesar Jaimes: “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”.
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