La creciente preocupación por la sobremedicación de algunos pacientes está llevando a un creciente número de médicos a investigar nuevas formas de aliviar el sufrimiento. Hasta está impulsando a algunos doctores a considerar lo que en algún momento parecía impensable: ofrecer placebos a sus pacientes.
Claro está, el efecto placebo se investiga desde hace siglos. La investigadora y sanadora cristiana del siglo XIX, Mary Baker Eddy, describe la forma del tratamiento que dio a una paciente que sufría un edema: Temiendo los efectos que el uso prolongado de la medicación podía tener, Eddy finalmente dio a la mujer píldoras no medicinales, y la mujer continuó mejorando hasta que se sintió bien.
Más recientemente, el profesor adjunto de medicina de la Universidad Harvard, Ted Kaptchuk, realizó un ensayo clínico de fármacos a 270 personas que padecían dolor extremo. Les dijo que estaba realizando un estudio para comparar la terapia basada en fármacos con tratamientos de acupuntura.
La mayoría de sus pacientes manifestó haberse aliviado, y los que fueron tratados con acupuntura reportaron aún mejores resultados. Irónicamente, las píldoras que se les había administrado estaban hechas de maicena, y las agujas de acupuntura eran jeringas falsas que no perforaban la piel.
El tratamiento con placebos no siempre entraña engaño. La revista de ciencia y medicina PLOS ONE publicó un estudio que comparó dos grupos de personas que sufrían de síndrome de colon irritable (SCI). Un grupo recibió píldoras “falsas”, etiquetadas como “píldoras placebo”. Se informó al grupo que los placebos frecuentemente tienen efectos sanadores.
Kaptchuk informó: “Aun los pacientes que sabían que estaban tomando placebos afirmaron haber tenido una sustancial mejoría, y un alivio de los síntomas de hasta el doble respecto al grupo que no recibió tratamiento”. La diferencia es tan significativa que puede compararse con la mejoría que se aprecia en las pruebas de los mejores fármacos para el síndrome de colon irritable”.
Entonces, ¿qué nos enseña esta experiencia respecto a lo que pensamos afecta nuestra salud? Eddy se preguntó qué papel desempeña la mente humana en la curación de la enfermedad. Ella escribió: “La receta que tiene éxito en un caso fracasa en otro, y esto se debe a los diferentes estados mentales de los pacientes” (Ciencia y Salud, pág. 149). Esta es una observación importante si uno se enfoca en buscar soluciones —resultados— en lugar de meramente verificar metodologías presuntas.
Los estudios continúan probando que el pensamiento afecta nuestra salud de muchas formas: los beneficios de la gratitud, el amor y el perdón, y los peligrosos efectos del odio y la envidia. Esto nos lleva a preguntar: ¿cuáles son los efectos del pensamiento imbuido de lo Divino? ¿Alivia el dolor y la enfermedad?
Hace poco tiempo tuve una afección interna bastante dolorosa. En lugar de tomar calmantes, decidí aplicar el método de tratamiento basado en la oración desarrollado por Eddy. Estudié la Biblia y otra literatura espiritual para imbuir mi pensamiento con el poder de Dios. Cuando comencé a sentirme envuelto en la paz y el consuelo divinos, el dolor desapareció por completo.
En última instancia, uno de los resultados más útiles de la investigación de los placebos es que está abriendo la puerta a la consideración de métodos que reconocen la importancia de nuestra naturaleza mental y espiritual, en lugar de observar sólo los síntomas físicos. Cuando reconocemos la importancia del pensamiento para el bienestar del cuerpo, tiene cada vez más sentido incluir terapias espirituales, meditativas y basadas en la oración para sanar la enfermedad.
Tim Mitchinson escribe sobre la relación entre el pensamiento, la espiritualidad, la salud y las tendencias en ese campo como Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana en Illinois, EUA.
Artículo publicado originalmente en Naperville Sun @NapervilleSun.
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