Aún con la pandemia, las escuelas en México han continuado su labor formativa con las niñas, niños, adolescentes y jóvenes, trasladando sus actividades presenciales al espacio virtual, valiéndose de diversas tecnologías de la información y comunicación (TIC) para asegurar su derecho a la educación.
No obstante, ni las autoridades escolares ni el profesorado han sido los únicos que trascendieron las barreras físicas, sacando ventaja de las TIC, también lo han hecho los acosadores, colándose en los hogares de sus víctimas.
De acuerdo con el “Protocolo de actuación en situaciones de bullying”, elaborado por la UNICEF en 2015, el acoso escolar es una forma de violencia, discriminación y negación de derechos, que implica comportamientos de abuso efectuados de manera intencional y reiterada, por uno o varios estudiantes hacia otro u otros a quienes se perciben vulnerables o desprotegidos, por sus características o formas de vida (discapacidad, preferencia sexual, condición socioeconómica, entre otras).
Cuando dicho acoso se realiza utilizando las TIC, a través de mensajes de texto, redes sociales, Internet, teléfonos móviles, chats, fotos o videos, estamos frente al denominado “ciberbullying”.
Basta conocer algunos de los datos contenidos en el Módulo sobre el Ciberacoso 2019 del INEGI, para comprender la magnitud de este problema. En México, el 23.9% de la población de 12 años y más que navegó en Internet en los últimos 12 meses fue objeto de ciberacoso, lo que representa 17.7 millones de personas (9.4 millones de mujeres y 8.3 millones de hombres). De ellos, el 10.4% fue acosado por un compañero(a) de trabajo o escuela.
Si bien es cierto que el ciberacoso existía antes de la crisis sanitaria, el confinamiento lo ha acentuado, ya que es a través de los dispositivos electrónicos que las chicas y chicos pueden relacionarse, estando conectados más tiempo.
Cada vez es más común leer noticias sobre violencia física y digital en el entorno escolar en contra de quienes contrajeron el virus o por el simple hecho de pertenecer a un determinado grupo racial.
Así, por ejemplo, de acuerdo con el reporte de abril de 2020, “Rising Levels of Hate Speech & Online Toxicity During This Time of Crisis” de L1ght, de diciembre de 2019 a marzo del presente año, los mensajes de odio en Twitter hacia China y personas de origen chino se incrementaron en un 900%, y hubo un aumento del 70% en los casos de incitación al odio entre niños y adolescentes en los chats.
Cada primer jueves de noviembre conmemoramos el Día internacional contra la violencia y el acoso en la escuela, incluido el ciberacoso, cuya atención nos corresponde a todos, pues son realidades con efectos devastadores en la vida de millones de infantes y jóvenes, y en muchas ocasiones el origen de tragedias.
Garantizar que nuestra población estudiantil se desarrolle libremente y con dignidad, protegiendo su intimidad, privacidad y datos personales, es parte de los desafíos que tenemos que afrontar como sociedad en esta crisis.
Decía Benjamín Franklin que “educar en la igualdad y el respeto es educar contra la violencia”. Cada uno de nosotros puede contribuir a expulsar cualquier forma de acoso de nuestras aulas, sean virtuales o presenciales, no siendo indiferentes cuando seamos testigos de abusos, y tratando de ser mejores personas, preparándonos e informándonos para lograrlo.
Fuente: "Expulsando al acoso de nuestras aulas", Columna Brújula de Ideas, El Semanario Sin Límites, 10 de noviembre de 2020, disponible en: https://elsemanario.com/opinion/expulsando-al-acoso-de-nuestras-aul...
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