Probablemente cada uno de nosotros tiene una idea diferente de lo que significa el concepto “música”. Puede que incluso tengamos ideas muy distintas sobre absolutamente todo, ya que, como sabemos hace mucho tiempo, la “realidad” no existe. Existen, como mucho, miles de ojos de moscas aturdidas que desean saber, y comprender qué es lo que nos rodea. El caso es que, en algunas ocasiones, un emisor cualquiera decide que algo de lo que está en ese momento observando es “poético”. ¡Cuidado! Es muy probable que esté utilizando este término como sinónimo de “bonito”, tal como últimamente se utiliza “surrealista” para decir “muy raro”. Y, sin embargo, la poesía no siempre es bella, hermosa o dulce. Hay poemas despiadados, crueles, ambiguos, retorcidos, agónicos, letales.
“Poético es el lenguaje que oscila entre el sonido y el sentido”, según Paul Valéry. Si seguimos esta definición, podemos considerar poético todo acontecimiento que se escape a nuestro anhelo de sentido, que escamotee a la realidad una porción de música, que repte entre dos mundos, entre dos desconocimientos; todo lo que nos sumerge en el extrañamiento, anulando nuestra necesidad de comprensión, y nos hace bailar.
La vida, en sí, es poética. O debería serlo.
Gonzalo Escarpa
Imagen: The marks we make, Robert Parkeharrison
Lectura recomendada: Bartolomé Ferrando, Arte y cotidianidad. Hacia la transformación de la vida en arte
www.escueladeescritura.com
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