Recuerda una experiencia que te haya causado mucho dolor, un dolor que te haya calado profundo, un dolor que te dejó una huella en el corazón muy difícil de sanar o superar. Ahora, piensa en la persona que tú consideras fue la responsable de causarte ese dolor. Bien, con la imagen de esa persona en tu mente, te propongo que te cuestiones lo siguiente:
¿Aceptarías sentarte frente a frente con esa persona, y ofrecerle en un abrazo tu perdón sincero, incluso si él no reconociera su actitud?
A simple vista, parece difícil de hacer ¿cierto?
Todo este escenario que te he planteado lo he conocido en un maravilloso documental que vi esta semana, y que me dejó profundamente conmovida!!! De hecho parece un largometraje, pero su narrativa es una mezcla de personajes de ficción -que plantean crear un final feliz para una película- con personas reales que cuentan historias increíbles de reconciliación. Con el título “El Mayor Regalo”, el director español Juan Manuel Cotelo demuestra que aún cuando la experiencia haya sido muy traumatizante y dolorosa, es posible sembrar el perdón entre víctimas y victimarios.
Y para provocar tu curiosidad, te voy a compartir un poco más de las historias reales que se cuentan en este film.
La historia que más me asombró fue el genocidio sucedido en Rwanda en 1994. En ese año la población hutu realizó un intento por exterminar en su totalidad a la población tutsi. Este genocidio eliminó al 75% de los tutsis, estamos hablando de más de un millón de personas muertas (estamos hablando de niños, jóvenes, adultos, y adultos mayores), y específicamente unas 250,000 mujeres violadas. Esta matanza colectiva de grandes proporciones dejó a la población rwandense profundamente traumatizada. Después de este trascendente acontecimiento el gobierno de Rwanda enfocó muchos de sus esfuerzos en crear estrategias para sembrar la reconciliación entre los hutus y los tutsis sobrevivientes.
Se realizaron innumerables acciones que constituyeron lo que se conoce como “justicia restaurativa”, con el propósito determinante de sembrar la paz. Lo realmente interesante es que recuperaron una práctica ancestral que aportó mucho en este proceso. Esta práctica consistió en identificar a las personas más integras de la comunidad, que generalmente eran personas de mayor edad. Luego estas personas íntegras reunían a la comunidad en grupos, y haciendo de “reconciliadores” colocaban a las víctimas y los victimarios frente a frente, y en el centro de éstos dos la posibilidad del PERDÓN. Eran sesiones de reflexión donde sensibilizaban a las personas acerca del sin sentido y el costo del odio, el resentimiento y la venganza. Y aunque parecía una encomienda imposible, poco a poco fueron sucediendo los casos de éxito donde las víctimas perdonaban de corazón a los victimarios. Tal fue el caso de Gaudence -por cierto muy publicitado por la prensa internacional-, la madre tutsi que perdonó al hombre hutu que asesinó a sus siete hijos en el contexto de aquél genocidio. En el documental se puede ver a Gaudence abrazar amorosamente a ese hombre, quien actualmente es su gran amigo.
¡¡¡Impresionante!!!
Y luego están las historias donde los victimarios se arrepienten de sus actos. Tal fue el caso de Luis Arlex alias “El Chatarro”, un jefe paramilitar colombiano que confesó haber matado a más de 300 personas con sus propias manos, y que al tiempo de cubrir su condena ha visitado las casas de los familiares de las víctimas para pedirles perdón. O el caso del irlandés Shane O´Doherty, un terrorista del IRA condenado a 30 cadenas perpetuas, que solicitó la ayuda institucional para escribir cartas de perdón a todas sus víctimas. De hecho investigando la veracidad de todos estos sucesos por internet, me encontré que en mayo del 2011 varios presos de ETA pidieron perdón a sus víctimas en reuniones cara a cara, desde la cárcel donde estaban pagando sus condenas por los delitos cometidos.
En fin, el documental es tan ilustrativo que para cuando iba a la mitad yo ya estaba con lágrimas en los ojos, porque es realmente conmovedor ver testimonios reales de perdón y reconciliación de estas magnitudes.
Y hoy te lo comparto porque quiero invitarte a dimensionar el tamaño de tus odios. Medita un poco, y date cuenta que esos odios te pesan como una losa, y bloquean tu capacidad para crearte felicidad. Ya lo dijo Nelson Mandela “el rencor es como tomar veneno y esperar que mate a tus enemigos”, y la única forma de sanar el resentimiento es perdonando.
“El rencor nos ahoga, el perdón nos oxigena” Krishnamurti
Ya sea que hayan lastimado, matado o secuestrado a tu ser más querido. Ya sea que nos hayan violentado física o psicológicamente. Ya sea que nos hayan engañado o traicionado. Ya sea que nos hayan abandonado. Ya sea que nos hayan dado su palabra y no la cumplieron. Ya sea que nos hayan manipulado para satisfacer sus necesidades egoístas. Ya sea que nos hayan privado de nuestra libertad. Ya sea que nos hayan violado o abusado sexualmente. Ya sea que nos hayan despedido injustamente. Ya sea que nos hayan dejado en el altar. Ya sea que nos hayan calumniado públicamente. Cualquier cosa que haya sido, y contra cualquier pronóstico, siempre existe la posibilidad de perdonar y ser perdonados.
Tal vez, si tan solo imaginaras que te sientas frente a frente con esa persona que consideras te ha hecho mucho daño, y lo miraras a los ojos y le abrieras tu corazón.
Tal vez, por un instante logres sentir que es posible el intercambio de un gran regalo: dar y recibir la medicina del perdón.
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