Foto: Patricia Berumen, Rosa María Hernández Ochoa (autora del libro Hilvanar el agua) y Nadia Contreras
Hilvanar el agua de Rosa María Hernández Ochoa es un poemario que refleja con delicadeza las preocupaciones más profundas de la autora, entre las que se incluyen la muerte, la memoria, la naturaleza y las relaciones familiares. A través de un lenguaje poético entrelazado con imágenes científicas, especialmente de la química, Hernández Ochoa logra una obra introspectiva y emotiva que explora la fragilidad y la continuidad de la vida.
El agua, como símbolo recurrente, adquiere un papel central en el poemario. Es un elemento de vida, memoria y transformación. En poemas como “Aquietar el agua”, el agua se presenta como una presencia constante que acompaña la vida interior de la autora: “Dame una gota, / hoy que la brisa es densa / y el sol ardiente aguarda”, Ochoa establece una conexión entre las emociones más intrínsecas y los ciclos naturales, que a su vez funcionan como metáforas de su propio proceso emocional.
Dividido en cinco capítulos, el libro nos ofrece un crisol de emociones, experiencias y reflexiones que se entrelazan a lo largo de la obra. En “Nudo”, los poemas ahondan en los vínculos íntimos con la pareja y los hijos, revelando la complejidad y la ternura de las relaciones familiares cotidianas. Por su parte, en “Sublimación”, la autora fusiona su bagaje científico con el proceso emocional, utilizando metáforas químicas para expresar la transformación interna. La imagen del cuerpo como una sustancia en transformación sugiere una búsqueda de identidad y sentido en medio de la fragilidad humana.
“Raíz” vuelve a los lazos familiares, con la madre y los hermanos como figuras que encarnan la conexión con la naturaleza y el ciclo de la vida, mientras que en “Tiempo suspendido”, el impacto de la pandemia es plasmado como una pausa obligada en la que la autora contempla lo cotidiano desde la distancia. Finalmente, “Umbral” reflexiona sobre la frontera entre la vida y la muerte, marcando el cierre de un recorrido poético que hilvana la memoria, la ausencia y la permanencia.
La relación entre el lenguaje poético y la ciencia es uno de los elementos innovadores de la obra, no obstante, esta intersección entre ciencia y poesía ha sido objeto de exploración a lo largo de la historia. Autoras como María Negroni, Ada Lovelace, Diane Ackerman, María Baranda y Elisa Díaz Castelo han contribuido a esta tradición, utilizando la poesía como un medio para abordar y comunicar conceptos científicos.
María Negroni, reconocida poeta y ensayista argentina, utiliza su obra para tejer referencias científicas y filosóficas. En su escritura, examina la compleja relación entre lo imaginario y lo empírico, abriendo un espacio de reflexión sobre las reglas del mundo físico y las infinitas posibilidades que ofrece el lenguaje poético. Por su parte, Ada Lovelace, aunque no fue una poeta en el sentido convencional, es aclamada por su contribución a la matemática y la computación. Su prosa, impregnada de un tono lírico, describe de manera visionaria el potencial de las máquinas computacionales, lo que le ha valido el reconocimiento como “científica-poeta”. Lovelace demuestra que la creatividad y la lógica pueden coexistir, creando un puente entre la poesía y la ciencia.
Diane Ackerman, escritora estadounidense, también se destaca en este ámbito. En su libro Una historia natural de los sentidos, Ackerman combina ciencia, naturaleza y poesía para ofrecer una mirada emotiva sobre la biología humana y el cosmos. En el panorama de la poesía mexicana, Elisa Díaz Castelo, ha logrado fusionar con maestría la poesía y la ciencia. Su trabajo refleja un interés profundo por los fenómenos naturales y científicos, utilizando un lenguaje poético que transforma conceptos complejos en experiencias accesibles y emocionantes.
Pero volvamos a la obra de Hernández Ochoa. En el poema “Sublimación”, la autora compara la transformación química con la transformación personal: “Soy un montoncito de polvo gris / en el fondo plano del matraz. / Siento la flama azul-naranja del mechero, / me vuelve vaho violeta”. Esta analogía refleja no solo el trasfondo científico de la autora, sino que también aporta un nuevo nivel de comprensión de las emociones humanas al compararlas con procesos químicos.
El tema de la muerte, especialmente la pérdida del padre es recurrente en el libro. La ausencia paterna se convierte en una presencia constante en la vida de la autora, como se expresa en “Elegía”, donde maneja hábilmente dos planos: el recuerdo de la infancia y la ensoñación de una muerte compartida. “De cabeza me hubiera estrellado en tu ataúd. / ¿Por qué no me dejaron caer contigo / al tuétano oscuro de tus huesos?”. En “Mi padre en el mar”, el agua conecta no solo espacios físicos, sino también memorias afectivas: “Tú no te has ido, padre, / con el asombro en la sonrisa de tus ojos / escuchamos el sonido del mar en una caracola”.
El mar, con su inmensidad y profundidad, simboliza la conexión eterna entre padre e hija, que se intenta "hilvanar" a través de la poesía, a pesar de su naturaleza fluida y cambiante. En este contexto, Hernández Ochoa aborda el dolor integrando lo onírico y lo cotidiano, donde la pérdida se convierte en el hilo conductor de la obra. Su estilo se distingue por un ritmo pausado e introspectivo, que fluye como el agua que evoca con frecuencia. El uso de imágenes naturales, como en "Cuna de pájaros", donde escribe para su hijo: “Me fundo entre los pájaros. / ¿Qué hubiera sido de ti, hijo, / si hubieran volado sobre tu cuna?”, expresa un vínculo cercano con el entorno y las experiencias emocionales.
La relevancia de Hilvanar el agua reside en su capacidad para conectar lo personal con lo universal, a través de un lenguaje que es tanto científico como lírico. En el corazón de la obra yace una metáfora poderosa: el acto de “hilvanar”, que sugiere un proceso temporal, delicado y continuo de unir fragmentos. El título no solo describe la estructura de la obra, sino que es profundamente poético en su implicación. Al hilvanar el agua, un elemento que por su naturaleza es imposible de retener o fijar, la autora refleja la fragilidad de la vida y la imposibilidad de contener el tiempo o la memoria. El agua, que fluye y se escapa, se convierte en un símbolo de las emociones, los recuerdos y las relaciones humanas, siempre en movimiento y transformación.
Hilvanar el agua, entonces, también es un acto de resistencia frente a lo efímero. En esta lucha por fijar lo que escapa. En su análisis sobre la obra, Marianne Toussaint destaca que esta obra representa la capacidad de la poeta para manejar planos poéticos complejos; Hernández Ochoa consigue con maestría al diferenciar estos planos para el lector. Toussaint también resalta la importancia de la luz y el agua en la obra, ambos símbolos de vida, memoria y transformación, que reflejan la habilidad de la autora para capturar el cambio continuo y la fragilidad de la existencia.
El poema que rinde homenaje a Marie Curie ofrece una exploración profunda de su vida y sus logros en el ámbito científico, entrelazando su pasión por la ciencia con un destino trágico. Desde sus inicios, la muerte de la madre se presenta como un evento que la marca de manera significativa, contrastando con su descubrimiento del radio, que se convierte en un símbolo de su búsqueda incansable. A través de imágenes potentes, como el frasquito luminiscente y la "condena de muerte", el poema captura la complejidad de sus hallazgos: mientras que fueron innovadores y transformadores, también conllevaban un alto costo. Descripciones como “cobertizo sin ventanas” destacan la soledad y el sacrificio que caracterizaron su trayectoria profesional. Mediante el uso de metáforas y un ritmo contemplativo, el poema aborda también la tristeza por la pérdida de su esposo y el deterioro de su salud, generando una atmósfera melancólica que acompaña su historia. Así, se retrata a Curie no solo como una figura heroica cuya brillantez y determinación marcaron un hito en la ciencia, sino también como una mujer que pagó un alto precio por su dedicación. Leamos: “El amuleto en la bolsa de tu bata / minó tu fuerza, / ignoraste los dolores de los huesos. / Tu médula hipnotizada caminó lentamente / al cementerio, / dosificó las células en tu sangre / al mínimo goteo”.
Para cerrar mi intervención quiero decir que Hilvanar el agua, de Rosa María Hernández Ochoa, nos lleva a considerar la manera en que el agua, en su incesante fluir, refleja nuestras vivencias y recuerdos. Este constante movimiento desafía las barreras que el tiempo impone. Así, la poesía se presenta como un hilo conductor que entrelaza esos instantes efímeros, dándonos la oportunidad de volver a explorar lo que pensábamos haber perdido. Al encapsular la esencia del agua, la poesía también revela tanto la fragilidad como la fortaleza de la experiencia humana. De este modo, nos recuerda que, a pesar del paso del tiempo, siempre existe una manera de rememorar y honrar lo que ha sido.
Texto leído durante la presentación del libro Hilvanar el agua, de la poeta Rosa María Hernández Ochoa. La mesa estuvo conformada por la también escritora Patricia Berumen, la autora y Nadia Contreras. 09 de octubre. Casa Mudéjar. Torreón, Coahuila, México.
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