A lo largo de la historia, las personas han tenido que defender sus derechos frente a actos arbitrarios del Estado, en aras de equilibrar la relación entre gobernantes y gobernados, logrando poco a poco aumentar el catálogo de los mismos.
En países donde se han presentado regímenes o comportamientos autoritarios, nuestra atención se ha centrado en construir mecanismos de protección de los derechos humanos, lo cual es fundamental en sistemas democráticos.
No obstante, hemos olvidado que todo derecho involucra deberes, lo que constituye dos caras de un mismo ciudadano, y de los cuáles poco se habla, a pesar de que favorecen una mejor convivencia.
Así lo prevén la Declaración Universal de los Derechos Humanos, nuestra Constitución federal y de la Ciudad de México, al establecer que las personas tienen deberes con su comunidad, como son: respetar los derechos, conocer y cumplir las leyes y promover la defensa del interés general por encima del interés particular.
Para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, acorde a la Constitución de la capital, la ciudadanía es un vínculo entre personas y su comunidad, una forma de igualdad básica vinculada al sentido de pertenencia a ésta, sustentada en el reconocimiento de los derechos y deberes de los que están dotados los miembros de una sociedad.
Los deberes, en comparación con los derechos, han jugado un papel poco protagónico, porque implican responsabilidad. El escaso interés público en ellos ha creado y normalizado una suerte de cultura coloquialmente identificada como “gandallismo”, que refiere a la actitud que adoptan las personas para, de forma malintencionada, sacar provecho de alguien o algo, como pasar un semáforo en rojo o meterse en una fila.
En el Índice de Disposición hacia una Cultura de la Legalidad 2015, elaborado por México Unido Contra la Delincuencia, A.C., que buscaba conocer la disposición de las y los mexicanos para cambiar comportamientos hacia prácticas de legalidad donde no las hay, se observó que, a nivel nacional existe baja tendencia de la población para modificar conductas nocivas, como tirar basura, dar “mordida”, ocupar lugares destinados a personas con discapacidad, entre otras (5.1 puntos, sobre 10).
En la Encuesta Nacional de Identidad y Valores 2015, levantada por la UNAM, se pidió a los entrevistados que señalaran palabras que asociaran con el término “mexicano”. Si bien el primer lugar de menciones lo obtuvo la palabra “trabajador”, con 29.9%; un 9.5% de quienes respondieron la relacionaron con “corrupto, transa, gandalla y maldad”.
Todas y todos, desde nuestro rol, ya sea como personas servidoras públicas, sociedad civil, sector empresarial, academia, partidos políticos, medios de comunicación o familias, tenemos deberes que asumir, con responsabilidad y sentido colectivo, si queremos evitar tragedias como atentados en escuelas, descomposición social, polarización, violencia o discriminación, para nuestro bien y el de nuestra juventud y niñez, de quienes somos ejemplo.
Evocando las palabras de José Saramago al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1998: “Con la misma vehemencia y la misma fuerza con que reivindicamos nuestros derechos, reivindiquemos también el deber de nuestros deberes. Tal vez así el mundo comience a ser un poco mejor.”
*Comisionada Ciudadana del Instituto de Transparencia de la Ciudad de México (INFO).
Twitter: @navysanmartin
Fuente:
Derechos y deberes, dos caras de un(a) mismo(a) ciudadano(a), Columna Brújula de Ideas, Periódico 24 Horas, 21 de enero de 2020, en: https://www.24-horas.mx/2020/01/21/derechos-y-deberes-dos-caras-de-...
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