Gracias a las tecnologías digitales hoy podemos adquirir, de forma rápida, un sinnúmero de cosas, a través de nuestros móviles o equipos portátiles; pues tenemos, en la palma de la mano y desde donde sea, acceso a la banca en línea.


Esta facilidad de conexión amplía el abanico de posibilidades para conseguir toda clase de bienes y servicios, pudiendo elegir entre diversas marcas, tiendas y precios, de distintas latitudes.


Si bien la sencillez e inmediatez que los negocios virtuales ofrecen es muy atractiva, sobre todo si sumamos su variedad, calidad, y ahorro de tiempo y costos, también es cierto que tiene su “talón de Aquiles” en cuestiones de seguridad de la información, pues su posible vulneración nos pone en riesgo.


Una de las maneras de timarnos al comprar por Internet es la llamada carding, que consiste en obtener, ilegalmente, los números de las tarjetas de débito o de crédito de alguien, para realizar operaciones no autorizadas o para traficar con dichos dígitos.


Las vías para cometer este quebrantamiento van desde engaños, vía telefónica, hasta métodos más complejos, como intervenir los sitios web donde se realizan actividades comerciales.


Cada técnica ilícita tiene su particular modus operandi que vale la pena conocer. Por ejemplo, el juice-jacking que utiliza los puertos de carga de batería, colocados en lugares públicos, para instalar programas maliciosos (malware) en los dispositivos que se conecten a estos y, así, copiar elementos sensibles como contraseñas.


También está el formjacking, que inserta un código en los portales cibernéticos para extraer, de forma clandestina, aquellos datos que el usuario registra en formularios, aprovechando las debilidades de los navegadores.


Otra forma es el phishing, que suplanta la identidad de empresas o de instituciones reales, para enviar, bajo sus denominaciones, mensajes o correos, con enlaces a direcciones electrónicas fraudulentas para robarnos.


Asimismo, la ciberdelincuencia recurre al bluesnarfing que emplea la tecnología bluetooth para acceder, de forma remota y sin permiso, a los aparatos inalámbricos, y apoderarse de todo lo que archivamos en ellos.


Sólo basta un descuido para que los amantes de lo ajeno invadan nuestra vida privada y nos despojen de nuestro patrimonio. Por ello, es obligado tomar medidas de salvaguarda utilizando antivirus y antimalware; fortaleciendo nuestras claves de ingreso constantemente; y verificando la confiabilidad de las páginas a las que ingresamos, entre otras.


Que la cuesta de enero de este año —mes en el que tiene lugar el Día Internacional de la Protección de Datos Personales, cada 28 del mismo—, nuestro bolsillo no se afecte, ni mucho menos nuestra intimidad, por estafas ocurridas en la red. Tengamos precaución como internautas, actuando con conciencia y responsabilidad, pues como decía Mar España, experta en la materia, “la privacidad no se valora hasta que se pierde”.

Fuente:

"Cuesta de enero por estafas en la red", El Heraldo de México, a 30 de enero de 2024, disponible en:
https://heraldodemexico.com.mx/opinion/2024/1/30/cuesta-de-enero-po...

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