Comentario a "Una muerte muy dulce" de Simone de Beauvoir.

Para güelito y güelita, quienes están 

en algún lugar juntos, jugando domino...

y nosotras sabemos quien va ganando...

 

Por azares del destino, justo ayer por la noche, terminé de leer el ensayo : Una muerte muy dulce, de Simone de Beauvoir y pensé apropiado escribir algo en torno al texto, acorde con estos días y sobre todo por la impresión que su lectura dejó en mi y que de alguna forma necesitaba desahogar.

 

Es un texto que provocó en mi sentimientos encontrados, de esos que sólo se pueden evocar cuando tienes una cercanía muy próxima al autor, cuando -como en mi caso-  te has dado el lujo de considerarla una heroína y al mismo una traidora a sus principios más fundamentales.[Por razones mucho más extensas de las que podrían tratarse en esta "breve nota".]

 

Esa es mi relación de amor y odio con "El Castor".  Su narrativa es impecable, su exposición filosófica es mucho más original que la de "sombra bizca sartreana" , y que no obstante ha sido menospreciada por su narrativa y por una teoría feminista sobrevalorada, y sin embargo, fue una pensadora que se expuso demasiado, permitiéndonos ser los jueces entre su teoría y su vida -un humanismo casi reprimido y socavado por el ideal intelectual del que ella [ni siquiera ella] se escapa.

 

A qué quiero llegar con toda esta perorata. Bueno, a que existe una falacia entre el ideal del filósofo y el ideal del ser humano. Es decir, no por ser más letrado en la "ficción" filosófica, somos más sensibles a la realidad de los hombres de carne y hueso; por el contrario, nos colocamos por encima de todo lo material, de todo lo terrenal y lo escondemos detrás de columnas de aire llamadas racionalismo, sólo por mencionar algunos apellidos famosos terminados en "ismos"...

Una Muerte muy Dulce, es el relato de la filósofa francesa del desarrollo de las últimas semanas de vida de su madre, Francoise de Beauvoir, a partir de una caída  que ésta tuvo en su departamento a la edad de setenta y tantos años y a partir de la cual se descubre la existencia de la presencia de  un cáncer intestinal ya en fase terminal. 

Es entonces cuando la filósofa deja su papel de intelectual y se ve obligada a convertirse en la hija mayor que presencia el proceso de deterioro de una madre, con cuya relación  fue durante muchos años fría y distante a causa de las diferencias y similitudes de carácter y de pensamiento. 

Hasta este momento del desarrollo del texto, uno termina pensando que Beauvoir es una ... "perra" [disculpen la palabra, pero eso fue inmediatamente lo que pensé]; una mala hija, que dejó en el abandono -probablemente no de forma consciente y voluntaria- a su madre, y la consecuente detección y atención  oportuna de una enfermad mortal.

Pero, con el paso de las páginas Beauvoir abandona ese caparazón de racionalidad filosófica y se vuelca al cuidado de una madre, que se cree internada a causa de una peritonitis y no de un tumor maligno intestinal; de una madre que se esfuerza día con día para prosperar en una pronta recuperación sin pensar que está próximo el fin. Es precisamente tal optimismo de madame de Beauvoir hacia la vida, a criterio de esta interlocutora, lo que permite que  su hija, Simone, se humanice y realice un miranda más madura hacia la vida de quien fuera su alter ego y el objeto de muchos de sus reproches intelectuales. [Cfr. Memorias de una joven formal] 

 

En las últimas páginas, lo inevitable sucede y todos saben que el final está muy próximo: Simone, Pouppete [hermana menor de Simone] los doctores, las enfermeras..., pero sobretodo madame de Beauvoir.

Y aquí es donde, quien ha sufrido la pérdida de un ser querido, sobretodo cuando éste es mayor y aquejado por alguna enfermedad crónico-degenerativa o terminal,  corre el riesgo de [las palabras se hacen difíciles de encontrar ahora...] reencontrarse con recuerdos tristes.

Pero esto más que ser un vicio de la lectura, es una virtud de la escritora que no es una filósofa ya, sino una mujer de carne y hueso, que llora y que reconoce errores y remordimientos... como todos nosotros frente a la pérdida de un ser querido: frente a la muerte del otro.

 

Cuando desaparece un ser querido, pagamos el pecado de existir con mil añoranzas desgarradoras. Su muerte nos devela su singularidad única; se torna vasto como el mundo que su ausencia hace desaparecer para él, y que su presencia hacía existir en su totalidad; nos parece que hubiera debido ocupar un lugar más importante en nuestra vida: en última instancia ocuparla totalmente.  Nos desprendemos de ese vértigo: no era más que un individuo entre tantos. Pero como nunca se hace todo lo que se puede hacer, por nadie -aun dentro de los límites, contestables , que nos hemos fijado-, nos quedan todavía muchos reproches por hacernos....

[Beauvoir, Simone. Una muerte muy dulce. Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2007.  pág. 88] 

 

Finalmente, la escritora se redimió con esta lectora, la cual temía a un futuro obscuro y negligente para todos aquellos que aspiramos a una vida intelectual o académica. No obstante, queda una digresión... Beauvoir afirma que: No se muere de haber nacido, ni de haber vivido, ni de vez. Se muere de algo... no hay muerte natural; nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su sola presencia pone en cuestión al mundo... la muerte es un accidente  y, aun si la conoce y la acepta, es una violencia indebida...

 

No estoy de acuerdo con dos cosas: primero,  Beauvoir tiene que hacer una interpretación filosófica de la muerte, pero yo considero que la muerte es precisamente lo que nos hace humanos, lo que nos hace hombres -seres finitos en un mundo finito, del que no participamos más o menos;  y por lo tanto, tenemos que  afirmar cada instante y sostener ese optimismo -a veces vacuo- hacia la vida, de tal forma que la muerte  no es una violencia indebida, sino el paso obligado con nuestra humanidad.

Segundo, lo primero que pensé inmediatamente cuando leí el párrafo parafraseado anteriormente, fue en torno a quien muere por que desea morir - y no estoy pensando en el suicidio- sino quien muere porque sabe que debe morir, que no hay más vida por delante, quien sabe que mañana es el final y se entrega a dicha muerte con resignación y esperanza.  De nueva cuenta la muerte no es la violencia, la muerte simplemente es  el encuentro con nuestro final.

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