Para ninguna de nosotras, las mujeres, nos es ajeno el sentimiento de tener miedo de salir a la calle. En diferentes formas y etapas, cada una hemos enfrentado algún tipo de violencia, la mayoría de las veces, violencia sexual, en las calles. Va desde los mal llamados “piropos” hasta el abuso sexual que durante años se ha minimizado diciendo que “sólo le alcanzó a dar una nalgadita, no se apure, ni la que la hubiera violado”. En algún momento de nuestra vida, todas, ABSOLUTAMENTE todas las mujeres hemos sido víctimas de acoso sexual y otras formas de violencia sexual en espacios públicos. Desafortunadamente, esto es algo que ocurre todos los días en la vida de mujeres y niñas de todo el mundo: en zonas urbanas y rurales, en países desarrollados y en desarrollo, nosotras hemos aprendido a caminar a la defensiva, desarrollar estrategias de protección y nos hemos visto obligadas de cambiar nuestras rutinas para evitar ser agredidas.
El fenómeno siempre ha estado ahí y en consecuencia a la cultura machista en que vivimos, se ha culpado a la víctima y hasta muchas decidimos usar o no algún tipo de ropa para evitar ser víctimas de estos violentadores. Hace unos días, dos jóvenes, se atrevieron a denunciar públicamente las agresiones que sufrieron en pleno Centro Histórico de nuestra ciudad. El problema es grave, más grave aún porque la autoridad responsable de crear políticas públicas que garanticen el derecho a una vida libre de violencia que tenemos las mujeres y que deberían de establecer acciones que coadyuven a la prevención, sanción, atención y a la erradicación de la violencia, se limite a decir que se buscará que se pongan más policías en las calles. Así nada más. Esa es la solución que ofrece.
Es una pena que no se tome en cuenta, que desde 2010 ONUMujeres ha estado impulsando la iniciativa mundial llamada “Ciudades Seguras” que marca el inicio del primer programa global con una perspectiva comparativa que elabora, implementa y evalúa enfoques integrales para prevenir y responder ante el acoso sexual y otras formas de violencia sexual contra las mujeres y niñas en zonas públicas. No, no nada más se trata de poner policías en las calles, se trata de abordar la violencia de género en el ámbito público desde ejes multisectoriales, siendo cada contribución clave cubriendo desde la planificación urbana, que va desde el tipo de iluminación, las banquetas, los accesos a los diversos lugares, hasta la salud, la policía, el sistema judicial, la vital importancia de un transporte público (y con esto hablo de que debieran existir rutas bien planeadas, con horarios exactos, con parabuses iluminados, dignos y de preferencia, con un botón de pánico) y así, podríamos ir hablando de los demás ejes fundamentales que evidentemente, han sido ignorados por décadas.
La programación de ciudades seguras para las mujeres, debe tener como base un claro convencimiento que construir ciudades más seguras para las mujeres implica garantizar una ciudad que promueva los derechos de toda la ciudadanía, pero en especial, los de las mujeres por ser un sector históricamente vulnerado y de esta forma, implementar también las acciones necesarias para prevenir la violencia hacia nosotras así como garantizar la asistencia de forma inmediata y eficiente en riesgo de amenaza. Es obvio que ese es un punto fundamental que estamos careciendo las mujeres en san Luis Potosí, en ambos casos, las mujeres que hicieron pública su denuncia manifestaron la omisión y revictimización por parte de las instituciones que debieron de haber brindado la asesoría y el acompañamiento al presentar las denuncias.
Tener Ciudades Seguras obliga institucionalizar la perspectiva de género a diferentes niveles y de manera transversal, desde los gobiernos nacionales hasta gobiernos municipales involucrando a la sociedad civil, cámaras de comercio y en general, a toda la sociedad en su conjunto. No olvidemos que aquí es prioritaria la participación y compromiso de los congresos locales que a final de cuentas, son quienes deberán de asegurar los recursos y la implacable distribución de los fondos públicos para la planificación a largo plazo, implementación y monitoreo del programa utilizando presupuestos sensibles al género y otras herramientas que permitan que nosotras las mujeres, podamos ejercer el derecho fundamental a una vida digna y sin violencia.
No, no sólo es poner más policías en las calles, es ver más allá de lo obvio y para eso es necesario saber cómo hacer una política pública con perspectiva de género. Ojalá y algún día lo puedan entender y poner en marcha
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