25 de abril de 2022
Me han preguntado mucho por qué no he dicho algo sobre #Debanhi. Aquí está. Les comparto de nuevo este texto que conforme pasa el tiempo sigue manteniéndose vigente. Sí. Necesitamos más historias, además de los datos, para crear más empatía con todo lo que hay alrededor de la violencia contra nosotras, pero también nos urge que no se nos olvide lo que se viraliza en cuestión de días. Necesitamos compromiso diario. Como un día me dijo una gran amiga: Hacer. Lo demás se hará solito. Más Facta, Non Verba.
¿Se acuerdan de #Fátima, #Ingrid, de la marcha de mañana en la Ciudad de México y sobre #El9NadieSeMueve, de #Mara #MiCasaEsTuCasaHermana y así? Sumemos un hashtag más a este texto: #Debanhi.
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7 de marzo de 2020
Quería escribir sobre lo que pienso de #Fátima, #Ingrid, la marcha de mañana en la Ciudad de México y sobre #El9NadieSeMueve. Pero es increíble leer y releer lo que uno escribe desde hace varios años y darse cuenta de dos cosas: que las cosas no han cambiado y que no he cambiado de opinión. Conductas y fines siguen siendo las mismas. Lo comparto de nuevo, pidiendo me vuelvan a leer. Tal vez así cambiemos poco a poco esta conciencia social tan podrida en la que seguimos existiendo.
Pd. Nos vemos mañana en la marcha.
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19 de septiembre de 2017
Tenía el ánimo de escribir sobre #Mara #MiCasaEsTuCasaHermana, pero me encontré con este post del 14 de diciembre y ya no le vi caso. Muchas amigas han expresado su indignación en este tema y han ofrecido públicamente su casa para evitar otra situación como la de #Mara. Pero creo que por ahí no encontraremos la solución. Yo no sé ustedes, pero yo estoy segura que si un día no me siento bien o es tarde para ir sola a casa, no tengo que esperar el ofrecimiento público de mis amigos y conocidos para pedir posada. Lo que necesitamos es seguir hablando. Es seguir exigiendo. Es seguir educando. Es seguir trabajando todos los días para que la violencia contra las mujeres se vuelva visible. Porque existe. Porque es real y pasa todos los días en todas partes del mundo. Y porque tiene que dejar de pasar.
Cualquier feminicidio es digno de una revuelta social. ¿Por qué entonces solamente salimos a la calle y escribimos en nuestras redes sociales cuando el caso sale en las noticias? No me malinterprenten. El caso de #Mara es lamentable. Pero es igual de lamentable que todos los casos que pasan todos los días. Sí. Necesitamos alzar la voz y salir a las calles, gritar que no estamos de acuerdo con lo que está pasando. Pero esto no es un tema de un día o de un caso como el de #Mara. Esto es de todos los días. Necesitamos dar ejemplo de que no todas las personas son (somos) igual de inhumanas como el asesino de #Mara, ni tan intolerantes como las mujeres que golpearon a hombres durante la marcha. Se trata de un asunto social en el que todas y todos estamos involucrados. Necesitamos dejar claro que no todos somos como él, ni como las personas que golpearon a Ana Guevara, ni como el que violó a la chica corredora en el bosque de Tlalpan, ni... ni... ni.
Ojalá que el caso de #Mara no sea otra indignación fugaz como lo han sido todos los casos de este tipo. Necesitamos crecer como sociedad. Necesitamos recordar para no repetir.
“A las mujeres les toca trabajar, ser exitosas,
adineradas, delgadas, buenas esposas,
buenas madres…
¿Para eso era la liberación femenina?”
Hoy me siento melancólica, llena de preguntas, de sensibilidades y de clichés. Las personas con las que he platicado de la terrible agresión que sufrió Ana Guevara coinciden en todo: ¡no es posible! ¡pero si es una atleta medallista mexicana, y además es Senadora! Pero para cualquier golpe a una mujer, sea atleta, Senadora, estudiante, profesionista, esposa o madre; la indignación debería de ser la misma, ¿o no?
Más que frustrada me siento harta. Harta de platicar sobre la importancia de la prevención sin ver algún avance, harta de luchar todos los días haciendo algo para que la violencia hacia las mujeres disminuya en mi país. Y nada. Lo cierto es que hay días como hoy que me canso y me cuesta levantarme de la cama, pues literalmente y en sentido figurado, no tengo la mejor cara para mostrar ni las ganas necesarias para enfrentar al mundo.
Lo peor es que pasan los años y cada vez es más difícil encontrar razones para hacerlo. Hoy en México no es posible salir a correr a las 2 de la tarde sin miedo a que me golpeen, me tiren los dientes y me violen en un bosque; no es posible apoyar en la reforma de una Ley contra la trata de personas, lamentable delito en donde las mujeres y las niñas son las más afectadas, sin caer en la politización del proceso; no es posible enfrentar a un Secretario de Estado cuando se le dice que se prepare más porque insulta, y al denunciarlo públicamente, no pasa nada; no es posible subirme a una moto sin miedo porque 4 sujetos podrían hacer todo para bajarme y golpearme… y así.
Como dice Ana Guevara, basta ya. Pero basta de eso y de otras cosas que van más allá. Basta de tanto hablar y de tan poco hacer. Todo el mundo se indigna ante estos hechos, es cuestión de revisar Facebook o Twitter: desde Secretarios de Estado, congresistas, políticos, empresarios o sociedad civil; pero ahí queda. Les tengo una noticia: la indignación que compartieron se olvidará rápidamente mientras no cambiemos de actitud.
Necesitamos cambiar para terminar este hartazgo. Necesitamos ser voceros de paz, y también actores y creadores de paz. Basta de tanta queja y actuemos para que la violencia contra las mujeres se detenga. Es un hecho que los políticos no hacen los suficiente, pero necesitamos empezar por nosotros mismos. Empecemos a hablarlo en la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo, con quien sea. Necesitamos concientizar a nuestras hijas y a nuestros hijos, necesitamos concientizarnos a nosotros mismos. De nada sirve hablar o indignarnos públicamente si acto seguido a la plática o al post le recordamos a su madre al conductor del coche de enfrente, pensando: seguro es señora, o seguimos riéndonos de los juegos de niños cuando dicen: último vieja. Basta. Basta ya.
Es por esto que me he sentado frente a la computadora con la necesidad imperiosa de desahogarme, como si tuviera que contarle al mundo sobre mis emociones inundadas. Así la violencia contra las mujeres sea todavía invisible para muchos, así no me lean, solo pienso en escribir con la esperanza que mis ocupaciones se fortalezcan para que yo vuelva a ser la optimista de hace unos días. Esa que busca vivir en el aquí y sonreír en el ahora. Esa que cree que la sociedad mexicana algún momento va a cambiar, empezando por cada quien. Esa que no quiere desperdiciar la vida solamente en tuits, en posts de Facebook y en asistencias a marchas, sino en acciones concretas para realmente lograr un cambio en mí y al menos, en los que me rodean. Espero que ese cambio no nos llegue tarde. Recordando al Gabo, esperemos que la sabiduría no nos llegue, cuando ya no nos sirva de nada.
@flaguers
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